"Curioso, siento de la misma manera sobre ti." Devolvió el beso, usando su lengua para separar los labios de Alba y para deslizarse adentro para una rápida probada. "Te amo por siempre, Alba."

"No más secretos, Nat." Los labios de la joven mujer se movieron a lo largo de la mandíbula de la ejecutiva. "Nada oculto entre nosotras."

La mujer de cabello oscuro se tensó en las palabras. No sabes lo que estás pidiendo, Alba. No puedes saber todos mis secretos. Apenas no puedo arriesgarme a perderte. Nat decidió que la distracción podría funcionar y comenzó a mordisquear el lóbulo enmarcado por los dorados cabellos. "Hablando de oculto." Abrió primero uno, entonces dos botones en la camisa de Alba. "¿Por qué tú y yo no aprovechamos la bañera caliente y jugamos a 'encontrar' el jabón?" Dejó que su lengua trazara el contorno de la oreja de Rose y bajó su voz a un gruñido en la garganta. "¿Hmm? Prometo hacer este digno de tu tiempo." Otro botón rendido a los diestros dedos. "¿Qué dices, Alba? Sé que has estado preguntando por ese masajeador en la ducha."

"¿El realmente está...?"

"Um hmm... Estaría feliz en mostrártelo." Recogió a Alba en sus brazos y se dirigió hacía el baño, decidida de poner todos los pensamientos del pasado fuera de la mente de la belleza de dorados cabellos.

Cuando las flores florecieron y los días se hicieron más largos, Alba trabajada duramente en su terapia física. Tomó cada oportunidad para fortalecer y construir resistencia en su tobillo. Mientras que Nat se aseguraba que permaneciera descansando este en casa, las  veces sobré protectora amante no podía mantenerla tan fuertemente vigilada en la oficina. Alba había progresado desde que no ponía peso que tocara sus dedos del pie y el reposapiés debajo de su escritorio proporcionó la perfecta resistencia oponiéndose a la práctica durante del día. Cuando podía exceder este, lo que era común, Alba encontró a Nat siempre dispuesta a proporcionar un masaje de pies que hacía que todos los dolores y molestias salieran. Por supuesto esto frecuentemente conducía a las nuevas amantes a encontrar otras cosas para tocar y acariciar pero eso estaba bien con Alba. El decoro profesional que ellas mantenían durante el día en el trabajo se iba al instante en que entraban a la casa. Ya fuera en la cocina o la mesa del comedor, se sentaban una junto a la otra, compartían mutuamente de los platos y pasando besos junto con la sal. El postre requería únicamente un tazón con dos cucharas y las tardes más calurosas eran pasadas en el columpío abrazadas juntas mirando las estrellas. Era el cielo en la tierra y Alba no podría imaginarse el ser más feliz, excepto a ser librada de las muletas.

Cuando el día vino a principios de junio que las muletas pudieron ser dejadas detrás en el consultorio de la doctora Ramil, Nat insistió que celebran saliendo a cenar, ir al cine y una última parada de la noche a uno de los pequeños drive-in por un helado y algunos minutos más para bajar la comida. Llegaron a casa después de las once pero ninguna mostraba alguna señal de estar cansada. Al contrario, una proposición fue aceptada y se hicieron el amor a largo de la noche.

La noche incluso no había cedido su lugar al tenue gris de la mañana cuando un claxon tocó en el camino de entrada, despertando a Nat de su profundo sueño. "¿Qué demonios...?" Agarrando su bata del extremo de la cama, se la puso y se acercó a la ventana. "Queen, bájate. Juro que dejas suficiente pelo aquí como para hacer otro gato." Inclinó su rodilla contra los blancos cojines del asiento de la ventana y miró, sus ojos se ensancharon en sorpresa en la camioneta y el barco estacionados en su camino de entrada. "Oh mierda." Maldijo cuando recordó la fecha. Abrió la ventana y asomó su cabeza. "¡Carlos!" El hombre que estaba parado al lado del carro sonrió y saludó.

"Hey Nati, vamos, los peces están picando."

"Me olvidé por completo del día de la apertura. No puedo ir."

Accidental Love ( Adaptación Albalia)Where stories live. Discover now