Capítulo 13

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Mis padres, Ana y Gustavo hicieron todo lo que pudieron con respecto al encapuchado que me había perseguido, que no había sido demasiado, ya que ni Alex ni yo habíamos podido verle la cara.

En cuanto a Alex, cumplió con su promesa de no dejarme sola. Si salía él siempre iba conmigo, sin importar a donde fuera. Eso me dejaba tranquila a mí y sobre todo a mis padres, que siempre estaban preocupados por mí.

Estaba segura de que no me hubieran dejado salir más de casa si no hubiera sido por Alex.

Esa mañana hacía frío y estaba lloviendo, razones por las cuales me había despertado del peor humor posible. Los días lluviosos eran para quedarse en casa y dormir, leer o ver películas. Debían hacer una ley sobre eso.

Después de estarme congelando por casi media hora, decidí que lo mejor sería bañarme e intentar sacarme un poco el frío. Esa mañana entraba más tarde a clases, así que me daría perfectamente el tiempo.

Salí del baño envuelta en una toalla con total tranquilidad, porque Alex ya debía estar en el liceo y mi madre y Ana abajo, en la cocina, desayunando y charlando como todas las mañanas.

Entré a mi cuarto y empecé a vestirme. Cuando estaba casi lista me puse a revolver entre mi ropa para buscar una cosa en específico, sin suerte alguna.

—¡Mamá!— la llamé, abriendo la puerta para que pudiera escucharme.

—¿Qué pasa?— me preguntó unos minutos después, llegando a mi cuarto.

—¿Viste el buzo de Lucas? No lo encuentro por ningún lado.

—No, amor. Se debe haber perdido con la mudanza— me respondió.

Esa simple frase me rompió el corazón. Mi hermano me había regalado uno de sus buzos después de que siempre se lo estuviera robando, y nunca me lo sacaba. No podía creer que lo hubiera perdido.

—Me encantaba ese buzo— suspiré y mamá me miró con ternura.

—Lo sé— me dijo y acarició mi mejilla, yo le sonreí.

—Mamá, Alex ya se fue, ¿verdad?

—Sí, ¿por qué?

—Curiosidad— le aseguré con una sonrisa inocente.

Ella me miró dudando y después se marchó. Corrí hasta el cuarto de Alex y abrí la puerta sigilosamente, aunque no era necesario ya que no había nadie.

Cerré la puerta detrás de mí y me acerqué a su ropero. Al abrirlo me sentí en el paraíso, todos sus hermosos buzos estaban a mi disposición. Saqué uno de los que estaban abajo y lo miré, era hermoso, y si estaba abajo era porque lo usaba poco, ¿verdad?

Me saqué la remera para ponérmelo y en ese momento la puerta del cuarto se abrió. Me tapé el pecho con el buzo y me quedé inmóvil.

Alex tuvo la misma reacción que yo al principio, pero a diferencia de mí, él sonrió y cerró la puerta detrás de él, analizándome con su intensa mirada. Mientras, yo seguía inmóvil y cubriéndome lo mejor que podía.

—Me encantaría que me esperaras así todos los días— bromeó él y yo me sonrojé.

—Qué gracioso— dije, lo más natural que pude. 

—¿Por qué piensas que es una broma?— me preguntó y se acercó a mí.

—¿Lo es?

—Tal vez. — Me sonrió y se sentó en la cama—. Seguí con lo que estabas haciendo— me pidió.

—No voy a hacer nada— me quejé. Él se mordió el labio y me miró levantando las cejas—. A todo esto, ¿qué estás haciendo acá?

—Yo debería preguntarte eso— reclamó.

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