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La joven caminó por un par de horas, intentando encontrar un lugar de alquiler en donde establecerse. Pero su caminata fue en vano. Puesto que en algunos lugares, o el precio era alto o ya se encontraban ocupados. Incluso había una vecindad, la cual a pesar de ser algo insegura por el tipo de personas que ahí habitaban, el lugar ya estaba saturado.

Noelia no se rindió y siguió buscando con esmero, hasta que las farolas de la ciudad se encendieron tenuemente. Y aunque la vista del atardecer era digna de admirarse por un tiempo más, Noelia comenzó a preocuparse al no haber encontrado un lugar donde pasar la noche.
Así que recorrió el camino de regreso, en donde la puertecilla negra de madera la aguardaba tranquilamente.

Las luces estaban apagadas, Noelia dedujo que la tienda ya estaba cerrada. Así que se sentó sobre la banqueta y recargándose en la pared, colocó la maleta bajo su cabeza y cerró los ojos.

Pasaron solo algunos minutos cuando el sonido de una llaves la hicieron incorporarse. Era el señor Adolfo y sus ojos risueños.

-¿Qué haces, muchacha?- preguntó acercándose.

Noelia se levantó con algo de pena, y disimulando sus bajos ánimos respondió:

-Esperaré aquí hasta mañana, así estaré puntual para la apertura.

-Si gustas, allá arriba en el ático hay un pequeño espacio. Puedes quedarte ahí.

Noelia sonrió y aceptó el techo que el anciano le ofrecía.

Subieron las escaleras, ruidosas por la madera que ya era algo vieja, y por fin llegaron al ático.

-Está algo empolvado, aunque eso no es novedad aquí en mi tienda, todo es viejo y olvidado al igual que su dueño .- Dijo el anciano con una risa característica de él. -Pero puedes darle una limpieza y mañana veremos como instalarte.

El anciano comprendía que Noelia no tenía a dónde ir.

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Jerome pensó en salir a buscar a Noelia, aunque terminó por hacer otra cosa, contraria a la que realmente deseaba.

Sus padres lo mandaron llamar de manera urgente. Jerome no estaba extrañado, puesto que ya presentía de lo que trataba todo esto.

Sin ánimos de bajar del auto, Jerome abrió la puerta, inseguro, sin algún tipo de expresión en su rostro. Solo la tristeza que cargaba desde el día anterior.
Cuando apoyó su pie izquierdo sobre el suelo para bajar del auto, el rostro de Noelia sonriendo, se dibujó en sus pensamientos. Se quedó un tiempo mirando en un punto fijo, recordando pequeños momentos.

La voz de una mujer, interrumpió sus recuerdos y lo hizo reaccionar. A lo lejos, logró distinguir la silueta de la que sería su futura esposa.

-Jerome ¿por qué no bajas del auto?- preguntó su hermana casi sin aliento, pues al ver el auto de Jerome aparcar, corrió para saludarlo y saber si su hermano se encontraba emocionalmente bien.

-En un minuto voy.- Respondió sin afán.

-Jaelyn acaba de llegar, está en el jardín con sus padres y los nuestros.

-Lo sé, la he visto pasar.- Dijo, mientras bajaba del auto. -Vamos, que allá adentro me esperan.

-Noelia... ¿sabe lo de Jaelyn?- Se atrevió a preguntar su hermana.

Jerome solo asintió sin decir palabra alguna, pero sus ojos hablaban por él.

Una disculpa por no actualizar continuamente.
Espero que todas estén bien.

Ojalá les guste la forma en que se está desarrollando la historia y en la manera de escribir.
Si tiene alguna sugerencia o si les gustó esta pequeña actualización, no duden en dejar su comentario, créanme que con gusto lo tomaré, o si prefieren hacerlo en mensaje privado, también con mucho gusto lo leeré y responderé.

Regresa a mí...Noelia (Lee Pace) Where stories live. Discover now