Capitulo 1

204 10 0
                                    

PEARL

AHORA YA ESTABA SENCILLAMENTE CONFUSA.

Mi principal objetivo había sido volver a casa lo antes posible como una mujer libre. Tenía un trabajo que me encantaba, un novio al que amaba, y a mis amigos y su familia. Había muchas cosas esperándome.

Pero entonces Jacob me traicionó.

¿Qué me esperaba de verdad en casa? Un hombre al que le importaba tan poco el tiempo que habíamos pasado juntos que me había desechado como a un trasto viejo. Cuando sus deudas de juego se habían hecho demasiado elevadas, había estado dispuesto a vender a una persona, a mí, sólo para que le cuadraran las cuentas. ¿Y si no hubiera tenido deudas? ¿Y si simplemente hubiera necesitado dinero para comprarse una casa o un coche? ¿También me habría cambiado por eso?

Yo ya no sabía lo que pensar.

La agonía que me pesaba en el corazón cortaba más profundamente que un cuchillo. Me dolía más que el impacto de un bate de béisbol de acero contra mis costillas. No había nada peor que no tener propósito.

Y yo no tenía ninguno.

Miré el frasco que había sobre la mesa de mi dormitorio y vi el irrisorio montoncito de botones que había conseguido acumular. Había aceptado nuestro repugnante acuerdo porque estaba decidida a volver a casa. Pero

ahora que no ya no tenía motivos para irme, los botones parecían irrelevantes. El único uso que podía darles era conseguir cosas de Crow. Anoche había dormido con él porque tenía un botón que darle. Era mi divisa para conseguir las cosas que necesitaba.

Aquel era ahora el único valor que poseían.

Crow volvió del trabajo puntual como un reloj. Atravesaba la puerta de entrada a la misma hora absolutamente todos los días. Era puntual hasta rozar el aburrimiento. Sus movimientos y sus acciones eran predecibles. Yo no estaba segura de cómo se las arreglaba para esquivar a sus enemigos, llevando aquella rutina tan estricta.

En vez de dirigirse hacia su habitación para ducharse, tocó la puerta de mi dormitorio.

—Adelante. —Yo estaba sentada en el sofá junto a la chimenea. A mi lado había un libro sobre un cojín. No había vuelto a empezar a leer desde aquella espantosa tarde. Todo lo que quería hacer era quedarme sentada sin moverme y mirar fijamente la pared.

Entró en la habitación con una autoridad innata. Llevaba el traje negro abotonado delante y las perneras de los pantalones enmarcaban a la perfección sus musculosos muslos. Poseía un montón de cualidades excitantes, pero yo me sentía particularmente atraída por la fuerza de sus muslos.

Llevaba una corbata azul, de ese tono que me recordaba a las aguas tropicales. No era profundo y oscuro como el del traje. Era vibrante y precioso. Sólo un hombre adusto como él podía conseguir llevarlo y hacer que pareciera intimidante. Le daba a todo un aspecto decididamente masculino. Su mansión estaba decorada con gusto y elegancia, y hasta eso parecía varonil.

Me saludó con una mirada fría, molesto desde el instante en que entró por la puerta.

Yo no me había puesto en su camino ni le había fastidiado, así que no sabía qué problema tenía.

—¿Sí?

—Déjalo ya.

Todo lo que estaba haciendo era estar sentada tranquilamente en mi habitación. No había desayunado ni tampoco comido. Si sus empleados no hubieran sabido que estaba allí, no se habrían fijado en mí.

—¿Perdona?

—Este festival de autocompasión que te estás montando. Supéralo de una vez y sigue adelante. —Se giró hacia la puerta, habiendo dicho todo lo que necesitaba decir. La irritación le tensaba los hombros, como si quisiera lanzar la silla por los aires mientras yo seguía sentada en ella.

Botones y odioWhere stories live. Discover now