15 | El espejo

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❝The mirror❞

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Decir que, teniendo sólo diez años, me había metido en muchos problemas, era poco.

Aunque había declarado abiertamente que creía a mi padre inocente, la duda seguía acechando mis sueños en forma de pesadillas, despertándome a mitad de la noche. Como Hermione, Harry y Ronald seguían creyendo que mi padre buscaba ese algo que estaba relacionado con Nicolas Flamel, había decidido ignorarlos, por lo que, de la noche a la mañana, ellos se habían alejado de mí.

Fred y George, por otro lado, me buscaron durante la primera semana tras el partido de quidditch, pero luego fueron a su primera visita legal a Hogsmeade y parecía que fui olvidada por completo. A partir de entonces, mi vida se había vuelto increíblemente solitaria.

Comencé a visitar más seguido a Hagrid, principalmente para ayudarle en sus labores del castillo, aunque casi siempre terminaba con raspones y pequeñas heridas que me obligaban a visitar la enfermería. Por fortuna, no era la única que terminaba seguido ahí: Neville Longbottom, con quien no había hablado más que un par de veces desde la noche del perro de tres cabezas (también conocido como Fluffy), era un visitante recurrente de la enfermería, por lo que empezamos a entablar una vaga amistad –que se limitaba a ese lugar– y a sonrisas por los pasillos. Las cartas de Ginny se volvieron más frecuentes (¡oh!, y papá me había dejado ir al concierto), donde nos enfocábamos en hablar de lo que sucedía en el castillo o sobre Las Brujas de Macbeth, especialmente de su futuro concierto.

Lamentablemente, mis sonrisas y alegría no duraban mucho, ya que muchas veces los profesores me atrapaban distraída durante las clases y mentía diciendo que no había dormido bien –aunque, en parte, era verdad–, y solo así podía evitar un interrogatorio que llegaría a oídos de mi padre. Por otro lado, algunos alumnos también se daban cuenta de mi estado de ánimo..., especialmente aquellos que menos me agradaban.

—... y cenaremos pavo con ensalada. ¿Te parece bien? No eres alérgico a nada de eso, ¿cierto? —decía una vez Cordelia, dentro del aula de Pociones, cuando fui a buscar un libro de mi padre para entretenerme.

La chica estaba con Cedric, todavía juntando sus cosas para irse del aula, cuando entré. Ellos me miraron, dándose cuenta de que los había escuchado, y esperaron en silencio algún comentario mío acerca de sus planes de pasar juntos la Navidad; sin embargo, especialmente ese día, no tenía humor para nada. Se suponía que cumplía un mes de ser amiga de Hermione, pero, al parecer, nuestra promesa se había roto.

Cordelia y Cedric me miraron confundidos cuando tomé el libro y salí sin dirigirles la palabra.





Los días pasaron, la Navidad se acercaba, y yo parecía más infeliz que nunca.

Adelaide SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora