Cuando Chenle besó a Jisung, sintió que por unos segundos el mundo entero se había detenido por y para ellos.
El canto de las cigarras del jardín fue la banda sonora de su primer beso, junto al sol ardiente que los calentaba mientras sus manos agarraban temblando los brazos de su amigo, deseando que no se apartara.
Hacía tanto tiempo que quería besarle, pero Chenle nunca estuvo seguro de si debería. Eran amigos desde pequeños y Jisung jamás pareció tener ese tipo de interés en él. Sin embargo, ese verano ambos recibieron la noticia de que Chenle volvería a China junto a su familia y él, por mucho que hubiera luchado por no mostrar sus verdaderos sentimientos, no pudo permitirse no hacerle saber a Jisung que le gustaba, y que le gustaba muchísimo. Incluso si jamás se volvían a ver, o si su vida en Corea del Sur se convertían en recuerdos que atesoraría para siempre, Jisung permanecerá en su corazón.
¿Cómo sería si no? Jisung fue el primero que le habló cuando llegó a la escuela sin saber una sola palabra de coreano, fue con quien pasaba todas las tardes después de clase jugando y hablando tonterías como si nada aparte de ellos importara, él era con quien hablaba cuando algo le preocupaba y en quién pensaba cuando algo bueno pasaba, queriendo compartirlo todo con él. Jisung era, al fin y al cabo, su único y verdadero amigo.
Por eso, mientras sus labios aún estaban sobre los suyos, Chenle comenzó a sentir un extraño dolor en la barriga que no lo dejaba en paz. En su cabeza se enfadó consigo mismo por ni siquiera permitirse disfrutar el momento, pero es que los nervios lo estaban matando.
Por favor, no me odies después de esto...
Ninguno había besado nunca a nadie, jamás. Es probable que por eso lo dos estuvieran bastante perdidos, chocando sus labios torpemente con los ojos cerrados y sin saber muy bien cuando separarse o si deberían, en teoría, hacer algo más.
Al final, Chenle fue el primero en apartarse al no soportar más la incertidumbre. No pudo evitar tragar saliva al ver a Jisung abrir lentamente los ojos mientras acercaba una de sus manos a la boca, tocándose los labios algo aturdido, como recién despertado de un sueño. Luego, le miró a él. El mayor siente como su respiración fue arrebatada al segundo de cruzar sus miradas y el rubor de sus mejillas aumentó considerablemente, volviéndose tan rojo como las manzanas que crecían en su jardín.
-¿Qué fue... eso? -preguntó en voz baja Jisung, mirando curioso a Chenle. Sus mejillas, al contrario que las de su amigo, permanecían tan pálidas como el resto de su piel. Sin embargo, eran sus orejas las que habían acumulado ese característico color rojo que la vergüenza traía.
Chenle no pudo evitar darse cuenta de esto y en cualquier otra situación se hubiera burlado de él, tocándole las orejas y riéndose de lo inocente y tímido que era. Pero ahora los dos estaban metidos en el mismo saco y lo que es más, él estaba perdiendo. Mientras Jisung mantenía una expresión confusa, su cuerpo estaba literalmente temblando y una llama en su interior calentaba su estómago de una manera que nunca antes había experimentado, haciéndole retorcerse en el suelo por la incomodidad.
Trató de hablar, de verdad que lo intentó pero su aliento era robado por los fuertes latidos de su corazón, martillando su pecho dolorosamente.
Los nervios lo habían paralizado.
Jisung, al ver que no respondía y no paraba de mecerse en el suelo sin atreverse a mirarle a los ojos, decidió que él hablaría primero.
-Me besaste.
Fue una afirmación obvia y simple, pero Chenle sintió que había puesto todos los focos en él como si de un criminal se tratase, así que no fue una sensación bonita. Aún sin mirar a Jisung, comenzó a arrepentirse de haberlo besado, ¡ni siquiera lo había disfrutado de lo nervioso que estaba! Se sintió un completo idiota y quejándose en voz baja se levantó del suelo dispuesto a irse, o más bien, huir.
