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Ten y Winwin deciden darle una sorpresa a su Amo Kun, ¿pero están preparados para las concecuencias?
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-¿Estás seguro de que esto es una buena idea? ¿No crees que se vaya a enfadar con nosotros?
La voz que salió de los labios secos de Sicheng sonó terriblemente nerviosa y entrecortada, casi como si los fuertes latidos de su corazón partieran a la mitad cada palabra que deseaba decir. Él sabía que lo que estaban a punto de hacer no traería nada bueno pero, muy en el fondo, aún quería hacerlo.
Y dios, esos pensamientos le hacían sentir demasiado sucio.
Pero claro, eso nunca se lo diría en voz alta a Ten, quien agarrado de su mano lo arrastraba por la casa hasta detenerse frente al dormitorio de Kun.
Con Ten todo parecía fácil, como si las consecuencias y los castigos no existieran. Cada vez que Sicheng observaba a Ten era incapaz de no preguntarse qué era lo que escondía el tailandés para poder hacerle sentir tan especial, tan querido, tan suyo.
Sin embargo todo lo bueno guarda algo malo, y si le preguntaran a Sicheng cual era la desventaja de tener a Ten en su relación con Kun él respondería sin miramientos.
El riesgo, a Ten le gustaba demasiado los límites, tirar de ellos hasta que se rompieran y lo rompieran él por el camino. Cualquier atisbo de peligro hacía que los ojos de Ten brillaran y la boca se le hiciera agua, para él los castigos eran el fondo regalos. Y aunque para Sicheng eran algo más o menos parecido, él sí le tenía miedo a Kun. No, no a su cariñoso y atento novio que trabaja de profesor en una academia de canto y les prepara su comida favorita una vez por semana. Si no a Kun, su Amo, el amo a quien pertenecían él y Ten.
Por supuesto que le quería y confiaba en él, fue su primer novio incluso antes de conocer a Ten y hasta ahora jamás le ha forzado a nada, e incluso ha habido más de una vez en las que Kun ha tenido que parar los pies de Ten antes de que este arrastrara a Sicheng hacia el fondo de alguna de sus travesuras que, por suerte o por desgracia, casi siempre acaban en castigos muy severos.
Kun no era tonto. Sabía que sus novios eran muy distintos el uno del otro y comprendía que debía trabajar para hacer feliz a los tres sin comprometer a alguno de los dos a hacer algo que no quería o con lo que no estaba cómodo del todo. A veces era muy cansino, sobre todo con el temperamento de Ten quien con solo unas nalgadas no se satisfacía, y con los gustos de Sicheng, a quien si insistías mucho era capaz de acceder a cosas que obviamente no desea.
Los tres estaban en una relación algo complicada, la dominación y la sumisión era algo nuevo para ellos y más cuando últimamente trataban de introducirlo más a menudo.
Pero incluso en ese mar de confusión y deseo, Sicheng sabía lo que estaban a punto de hacer tendría sus consecuencias.
Y lo cierto es que se asustó un poco de sí mismo cuando le dio totalmente igual.
Ten lo besó suavemente en los labios, pasando su lengua muy lentamente sobre ellos, saboreándolos y mojándolos con su saliva.
Sicheng soltó un jadeo y su primer instinto fue taparse la boca con las manos, pero Ten se las agarró y separándose de la cara de su novio mordió juguetonamente los nudillos de sus manos, como si le estuviera advirtiendo.
-No puedo creer que después de todo lo que hemos hehco sigas siendo tan tímido...
Ten rió y acarició la cara sonrojada de Sicheng, quien respiró hondo y miró hacia el suelo, no sabiendo muy bien qué responder y sonar creíble.
