× Capítulo Tres ×

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£ Neblina £

Luzu

Mi hogar no siempre fue la tierra, yo solía vivir en el cielo junto con mi padre, un Arcángel de alto rango, por lo que nunca me falto nada. Me crié de una manera tan insaciable que terminé perdiendo la noción de lo que era correcto y lo que no. Todo comenzó cuando comenze a cometer pequeños crímenes allá arriba, cosa que me regalaron pequeños castigos, la verdadera tragedia sucedió cuando sin permiso decidí bajar a la tierra y tras un lío buscado terminé matando a una persona. Ese fatal error mío tenía que ser causa para arrancarme las alas y mandarme a vagar eternamente en la tierra, pero como mi padre era un Arcángel poderoso consiguió que me dejaran conservar las alas sin apartar el resto del castigo. Así que prácticamente sigo siendo un Angel, aunque desterrado del cielo.

  Llevo años viviendo en la tierra, me traslado cada cierto tiempo para pasar desapercibido por los verdaderos Ángeles Caídos ya que puede haber un poco de resentimiento ya que a ellos si lograron quitarles las alas mientras que yo las conservo y tengo que reconocer que eso es algo injusto. Es un alivio que mis alas solo pueden verse cuando yo lo permito, de lo contrario ahora mismo los Ángeles caídos ya me hubieran arrancado las alas y arrojado al infierno.

  Escuché pasos acercarse a mi, aparte la vista del libro y mire a mi lado.

  –La biblioteca ya va a cerrar –me dijo la anciana. Yo sólo asentí y cerré el libro frente a mi.

  Me levanté de la silla dispuesto a dejar el libro en su lugar y salir de aquí, he estado todo el día leyendo sobre libros de profesias, religión y esas cosas, sólo para entender mejor la mentalidad de los humanos.
  Camine entre las estanterías de la vieja biblioteca, los pasillos son sombríos y el piso rechina con cada paso que doy, un frío intenso me paralizó. Mire a mi alrededor sintiéndome observado, a no más de cuatro metros de mi vi una figura humana moverse entre los montones de libros buscando.

  –Oye –dije para llamar su atención –. La biblioteca ya a a cerrar.

  La silueta ignoró mis palabras y siguió adentrándose hacia el fondo. Mi curiosidad ganó y decidí seguirla, la silueta dio vuelta en la sección de Historia y yo también di la vuelta. Un hombre con grandes ojos oscuros, barba y cabello negro apareció en mi vista, me quedé helado ante la figura tan perfecta que ahora mismo ahoga mi respiración.

  El me miro con un brillo indescriptible en sus ojos.

  –La biblioteca ya va a cerrar –dije sin lograr apartar mis ojos de los suyos.

  El levantó su mano tatuada y la llevó a mi rostro rozando su pulgar en la comisura de mi labio.

  –Has estado comiendo azúcar –dijo mostrado su pulgar manchado por polvo blanco y efectivamente recordé que hace un momento me comí una dona de azúcar.

  Separe la mirada un poco avergonzado pero tratando de mantener la calma. De un momento a otro acerco su rostro al mío dejándome sentir su aliento contra mis labios y su olor tan agradable.

  –Me pregunto si tus labios están dulces –dijo, la distancia es mínima entre nuestros rostros y por más que quiero no logro apartarme.

  –La biblioteca ya está por... –dijo la anciana bibliotecaria apareciendo en la escena y haciendo que yo logre retroceder –. Oh...

  El hombre me dio una sonrisa pícara y se dio la vuelta. Yo me quedé mirando y tratando de recuperar los latidos normales de mi corazón.

DarkAngelsWhere stories live. Discover now