×Primer Capítulo×

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                        £ Levitate £

  Un joven hombre con los brazos desnudos y con marcas de tortura por todo el cuerpo cayó sobre el piso, tiene una postura derrotada y una mirada ensombrecida.

  –Rubius, no hagas las cosas más difíciles. Sólo jura lealtad a mí y dejaré de hacerte daño –dijo un hombre más alto y más fuerte que sólo mira al otro con superioridad.

  –No –dijo el cabellera rubia que aún sigue tirado en el suelo –. No estoy dispuesto a servirte por el resto de mi vida.

  El de cabello negro se agachó y tomó la mandíbula del menor.

  –Sé que tus heridas sanaran con rapidez por que eres un Nefilim y tal vez no te importaran las veces que yo te torture, pero sé cual es tu punto débil... –dijo el más alto sonriendo de lado –. Mangel no es cómo tu, él es un simple humano al que con un solo puñetazo podría mandar a la otra vida.

  Rubius se arrastró al escuchar el nombre de Mangel.

  –No, con él no te metas, Vegetta –amenazó con una rabia feroz.

  El de ojos morados se levantó y se dio la media vuelta dejando mostrar su espalda con dos cicatrices en donde alguna vez estuvieron sus alas que le fueron arrancadas al ser desterrado del cielo.

  –Tu decides.

  Rubius logró levantarse aunque el dolor de unas costillas rotas y un pulmón perforado le recorrió todo el cuerpo.

  –¿Si acepto me prometes que... –dijo Rubius con una voz ronca.

  –Si aceptas podrás tener muchas cosas. Estarás por siempre a mi lado Rubius –interrumpió Vegetta –. Aunque todo sea bajo mis condiciones.

  Rubius lo procesó, sabe que Vegetta no se va a rendir por nada del mundo y él es más fuerte, así que no tiene muchas opciónes. Si lo sigue rechazando le hará daño a las personas que más ama y no podría vivir con eso.

  –Juro lealtad frente al cielo y el infierno ante Vegetta... –dijo Rubius, es el juramento que los Nefilim deben pronunciar siempre que aceptan –. Que seré su servidor por el resto de mis días.

  Las estrellas de la noche fueron cubiertas por nubes oscuras y opacas y un frío se hizo presente en el lugar. Rubius sintió un ardor en el torso y cuando se quitó la sudadera para mirar vió una “V” marcada en su pecho izquierdo como si fuera un simple animal.

  –Mi vasallo Nefilim –susurró Vegetta con una sonrisa en su rostro al saber que Rubius le pertenece por completo.

 

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