Capítulo 53 "Una explicación y un abrazo"

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"Fuentes declaran que la medicina que la paciente Leticia Orso estaba tomando, habría sido alterada con una sustancia letal de la que todavía no se tiene información oficial. Se desconoce la forma en que la droga ingresó al establecimiento, y no se descarta la posibilidad de que haya complicidad del personal del propio centro de salud. En instantes, las palabras de la directora de..."

 Francisco no ha podido sacar la vista y la atención del televisor mientras toma su taza de café, a pesar de que se ha aconsejado a sí mismo y reflexionado que sería mejor ni siquiera mirar, no estar al tanto, no mantenerse informado y sólo ignorar el casi, eso si pretende seguir durmiendo por las noches, caminando por las calles, sin una paranoia que lo acecha y el presentimiento aterrador de que el próximo, podría ser él. Es por ello, que no se apena ni se preocupa cuando surge una distracción, alguien que toca la puerta de su departamento, y apaga la televisión antes de ir abrir.

—¡Zóe! —saluda, y no es precisamente una sorpresa.

 Ella sí le mandó un mensaje, le dijo que quería verlo y le pidió su dirección, sólo que habría esperado el timbre, tener que bajar a abrir la puerta del edificio, antes de subir a su departamento. Pero aclara que el guardia le abrió abajo, y le pide permiso, a pesar de que Francisco le cedió el paso, cuando camina los primeros pasos hacia adentro del departamento. Es pequeño, un monoambiente en el que hizo lo posible, y hasta lo imposible, para poder meter sus cosas, y tener espacio para entrar él también. Cree que ha hecho un buen trabajo después de todo, tiene todo lo que necesita en el día a día, y el resto, ha quedado en casa de su mamá. Junto a la cocina, hay una mesa con solo dos sillas, y a pesar de que estaba sentado allí, Fran sugiere el sillón mientras le pregunta si quiere tomar un café, si tiene hambre, si está bien. Ella respondería que no, por igual y sin distinción a todas esas interrogaciones, pero la silenciosa televisión llama su atención antes que todo lo demás. Francisco se da cuenta, al seguir su mirada, que en lugar de apagarla, solo la había puesto en mute.

—Perdón —dice, y se levanta a tomar el control de la mesa, presionando el botón de apagado— no me di cuenta que lo había dejado en ese canal.

 Zóe le asegura que no hay problema. Su familia ha optado por no mirar las noticias en su casa, pero ello no los priva de acceso a ninguna información. Conocen lo que se dice y lo que se sabe del caso, tienen la ventaja de saber también lo que es cierto y lo que no.

—Fernando fue a visitarla —comenta—, sale su nombre en los registros de un par de días antes. No sé si eso lo hace quedar más como un esposo presente, o como un potencial sospechoso.

 Francisco se estremece, no es como si no hubiera pensado en esa posibilidad, incluso antes de tener esa información.

—¿Vos qué crees?

—Que él no la fue a visitar porque sí, porque la quería o para saber cómo estaba. Nosotros los vimos, trabajando juntos, cuando te pidió que le lleves el bolso. Algo más había entre los dos, no me cabe duda.

—Capaz que seguían siendo socios, si bien ya estaban separados. Puede ser que Leticia supiera todo sobre sus negocios.

 Ella levanta la mirada, a sus ojos que, como los suyos, no demuestran más que inquietud.

—Capaz sabía demasiado.

 El aire se tensa, ambos han escuchado esa oración antes, en películas, en series o en novelas, siempre referidas a personas que se metieron en el camino incorrecto, y no vivieron para contarlo. Ambos son conscientes de que esa podría haber sido una razón para eliminarla, aunque ninguno de ellos lo diga directamente, aunque ninguno sea lo suficientemente valiente o se atreva a señalar a un culpable.

Para quien quiera abrir los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora