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Jaemin, al ver al alfa marcharse por la ventana y a su madre volver hacia la casa corrió hacia el sofá sentándose en el mismo. Miró sus manos sobre sus piernas, escuchando como es que la puerta de la casa se abría. Tomó una profunda respiración, esperando ya el regaño por parte de su madre. Sabía que se venía un gran escándalo. Vio los brillantes tacones negros detenerse a casi un metro de él. Con fuerza cerró sus ojos, esperando por lo que pasaría.

— Estas castigado hasta que decida que has aprendido a no desaparecer de esa manera ni avisarme en donde estas.

Todo su cuerpo se tensó porque no era algo que estuviera esperando, el tono que había usado fue severo pero no hiriente como en las últimas ocasiones. Levanto su rostro para verla y vio una expresión que hace tiempo no observaba en ella, estaba al borde del llanto. Podía notar como es que aguantaba las ganas de llorar para poder mantenerse firme frente a él y por un segundo temió por lo que sea que Jeno le hubiera dicho a su madre para sacarla de la cruel y fría cascara que siempre llevaba encima.

Jihyun pareció dudar, queriendo decir algo más pero apresurándose para salir de la sala subiendo las escaleras con piernas temblorosas. Despareció en el segundo piso y el omega se volteó a ver a los sirvientes, notando que estaban igual de sorprendidos que él. Nadie encontró una respuesta a lo que allí había pasado.

La señora Lee se acercó a él, poniéndole una mano sobre su hombro y tratando de sonreírle diciéndole que debía de comer algo. Aunque ya hubiera desayunado, siguió a la mujer en silencio, sintiéndose desconectado de su propio cuerpo. Habían sido muchos sucesos inesperados en un corto periodo de tiempo. La mujer como siempre trató de ser amable mientras le servía un jugo de naranja y hablaba con él, preguntándole que había hecho la noche anterior con un pequeño destello de picardía en su voz. En otro momento se hubiera reído pero no encontraba los ánimos para lo mismo.

Bebió su jugo, le agradeció como siempre y se disculpó diciendo que quería ir a darse una ducha. Parado frente a su puerta, miró a la lejanía la que se trataba de la habitación principal. Apretó sus labios queriendo saber qué le habían dicho como para ponerla en ese estado pero se sintió demasiado acobardado como para hacer algo así. Entró a su cuarto para buscar sus cosas y darse un baño.

En lo que quedo de la mañana sacó sus cuadernos y libros al patio trasero, apoyándose en una de las mesas que allí tenían para hacer sus deberes al aire libre. Estar encerrado dentro de la enorme casa le estaba resultando un poco asfixiante.

Para el mediodía fue llamado a almorzar. Alisó sus ropas con la manos y sentado completamente derecho espero a que su madre bajara. Pasaron 5, 10 y 15 minutos. La mujer aún no bajaba y una de las sirvientas dijo que subiría a llamarla nuevamente aunque en la primera ocasión no había respondido cuando golpeó su puerta para avisarle que la comida estaba lista, aunque eso no raro de parte de la beta. Antes que la muchacha subiera, Jaemin se levantó de su silla diciendo que el mismo iría. Dijeron que no era necesario, que se mantuviera sentado pero insistió terminando por salir del comedor.

Las escaleras de la casa nunca le habían sido tan largas e inclinadas como esa vez. El pasillo parecía más oscuro de lo normal aunque estuviera perfectamente iluminado con luz tanto artificial como natural de los ventanales que daban al frente de la casa. Una vez frente al cuarto principal, golpeó suavemente la puerta pero no recibió una respuesta. Intentó una segunda vez siendo esta más fuerte que la anterior pero tampoco le dijo nada. Sintiéndose decidido, tomó la perilla para girarla y entrar al cuarto. La imagen que vio no se la habría esperado nunca.

Su madre estaba recostada en la cama, profundamente dormida, el maquillaje corrido por su pálido rostro muestra de que había estado llorando hasta el cansancio. El fuerte olor al cigarro le había dejado sorprendido, jamás había visto a su madre fumar pero el desgastado cenicero a un lado de la cama le decía que, al parecer, no era un habito especialmente nuevo en ella. Tenía los brazos sobre su pecho, abrazando algo que debió acercarse para ver. Era una vieja foto pero no cualquier foto, era esa que atesoraba tanto en su cuarto, la misma que ella había puesto en la celebración de su cumpleaños. La foto en la que estaba con su padre. Toda la situación no iba muy de acuerdo con la elegante mujer que ahora lucía como un desastre en una muy fina habitación perfectamente cuidada y arreglada.

Opuestos En Común. NominWhere stories live. Discover now