Cap. 12 - The consequence of sounds

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- Dilo otra vez.

Los ojos grises me miran, con la luz de la luna creciente brillando en ellos, y sus labios se curvan en una sonrisa.

- Te quiero - responde.

- ¿Y? - arqueo una ceja e insisto.

- Y eres la más bella de las criaturas.

Contengo una sonrisa, intentando mantener mi endeble fachada de tía dura.

- ¿Y qué más?

- Y nada más, que al final me voy a poner celosa. - termina el juego Marlene, refunfuñando y tomando a Dorcas de la mano y tirando un poco de ella.

- ¡Y que eres la mejor amiga del mundo! - añade la morena, pareciendo gritar pero sin elevar la voz más allá del susurro.

Lene me guiña el ojo mientras se aleja con los dedos entrelazados con los de su novia.

- Sí que lo eres. - confirma, antes de abrazar a la otra por la espalda y mordisquearle el cuello, lo que hace que la morena ría, y a mí me cosquillea algo por encima del ombligo.

Felicidad, tal vez.

Y es que no hace mucho que Lily y yo sabemos de esa relación, y no lo descubrimos de la mejor manera - es una historia que tiene que ver con un gato, una regadera y abejas, en la que Lils y yo aprendimos que siempre, siempre, hay que llamar antes de entrar -, pero desde que nuestras mejores amigas no tienen que escondernos que sienten mucho más que eso la una por la otra, su felicidad se contagia como la enfermedad más certera y maravillosa del mundo.

Claro que al principio me impactó, nunca había conocido a personas con relaciones de ese tipo, pero el amor que puedo ver en los ojos de Doe y Lene cuando se miran es tan bonito que no podría pensar que está mal ni en un millón de años, y decidí desde un principio que les ayudaría a disfrutar de su amor clandestino como pudiese.

Y por eso estoy aquí, a orillas del lago negro, de noche, arriesgándome a un castigo ejemplar si me pillan. Para ejercer de guardiana, para cuidar de que nadie se acerque y las pille acarameladas, en el que, al parecer, es su aniversario. Precisamente para que ellas puedan disfrutar de su amor, en el sentido más literal.

Las veo desaparecer tras los árboles que rodean el lago y suspiro, alzando mi rostro hacia la luna y dejando que su luz lo bañe. Cierro los ojos por un momento, disfrutando de la extraña calidez que me rodea pese a estar a finales de octubre y de esta sensación casi mágica de paz.

Sensación que se rompe a la vez que lo hace una rama demasiado cerca de mí. Con el susto en el cuerpo me doy la vuelta y enciendo la varita. Total, no tengo dónde esconderme, así que si es un profesor, estaré en un buen lío, con luz o sin ella.

- Me vas a dejar ciego. - se queja el recién llegado, tapándose los ojos con el brazo.

Black. Cómo no. Mis hombros se relajan al instante. Quizá demasiado pronto.

- ¿Qué quieres, Sirius? - pregunto, bajando la varita y apagando su fulgor.

En el par de segundos que mis ojos tardan en acostumbrarse a la menor claridad no consigo más que adivinar su figura, sin verla del todo. Pero sí que acierto a ver que se acerca.

- Podría preguntarte lo mismo. - responde - ¿No deberías estar dormida, como la niña buena que eres?

Hago una mueca. No es que no sea verdad lo que dice, pero el tono utilizado por él deja clara la burla y lo cercano al insulto.

- No hables como si me conocieras.

Parece sorprenderle mi firmeza al ordenarle esto, y me observa fijamente. Me obligo a mantenerle la mirada y mostrar determinación, o sé que no servirá de nada lo que le diga. Sus ojos parecen buscar algo en mí, y empiezo a ponerme nerviosa, porque no sé si la pequeña sonrisa cínica que esboza al cabo de unos segundos se debe a que lo ha encontrado y, en ese caso, de qué se trata.

FidelityWhere stories live. Discover now