Cap. 3 - Until it got so warm

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POV Sirius


Me gusta lo que veo. Vaya que si me gusta...

Nunca creí que una espalda pudiese ser tan erótica, pero no puedo apartar la mirada de esta mientras su propietaria intenta abrocharse el sostén. Tras verla luchar un par de segundos, venzo la pereza de mi cuerpo y me alzo para ayudarla, dejando después un beso en su hombro. Y, después del beso, otro y otro, y un mordisco, moviéndome hacia su cuello e intentando atrapar el lóbulo de su oreja.

Es entonces cuando se retira.

- La idea es acabar de vestirme, no al contrario – me reprocha, con un pequeño cachete en mi mejilla, tan flojo que casi podría considerarlo una caricia fuerte.

- Esa es tu idea – replico, enfurruñado, atrapándola por la cintura y tirando levemente, en un intento de volver a atraerla a la cama – Mi idea es mucho más divertida.

Veo que sonríe, pero separa mis brazos, liberándose del agarre.

- No, Black – me riñe, y suspiro de forma teatral, dejándome caer sobre el colchón como un peso muerto – Tengo que irme.

Sí, eso lo sé. Todos los miércoles a esta misma hora, Emma Vanity desaparece de mi cama. Bueno, técnicamente no es mi cama, sino del colegio, de la Sala de Menesteres. Intento no plantearme la duda que a veces me asalta de si todos los amantes del colegio compartimos en esta sala la misma cama. Espero que no, porque es asqueroso. Por eso no lo vuelvo a pensar.

- ¿Te quedarías si no tuvieses entrenamiento de quidditch? – le pregunto, con una ceja alzada.

De nuevo, me sonríe, una sonrisa que conozco bien, pero no me mira, sino que sigue vistiéndose, motivo por el cuál gruño en señal de protesta.

- El caso es que lo tengo – responde, tras ajustarse bien la falda.

- Oh, venga – me quejo, tapándome por un segundo el rostro con las manos, con cansancio - ¡Eres la capitana!

Cuando se vuelve hacia mí, el fuego que arde en la chimenea arranca destellos dorados de su melena rubia.

- ¡No me digas! Gracias por informarme – su ironía me hace chasquear la lengua.

- Lo que quiero decir – le corto, antes de que siga con el teatro – es que podrías cambiar de día el entrenamiento. O de hora. O, simplemente, quedar conmigo otro día.

Casi ha terminado de abrocharse la blusa, dejando solo los tres botones superiores sueltos, y me pregunto si lo hace a propósito para provocarme.

- ¿Qué quieres que te diga, Sirius? – murmura, sentándose de nuevo en la cama, con una pierna doblada de tal forma que queda bajo la otra. Sí, quizá estoy obsesionado con esas largas piernas, por lo que, cuando mi mano viaja para acariciarlas, no intento detenerla – Me gusta quedar contigo. Me gusta acostarme contigo. Los miércoles, antes del entrenamiento – tras aclarar eso, con un brillo pícaro en sus ojos claros, me aparta la mano – Es como un pre-calentamiento. – termina, poniéndose las medias.

Intento no sentirme ofendido y, cuando en vez de una arruga en el ceño lo que muestro es una sonrisa, sé que lo he conseguido. Mentiría si dijese que esa libertad e independencia que muestra esta chica no es una de las cosas que más me gustan de ella. No lo primero, vale, pues no soy de piedra, y tampoco ciego. La belleza clásica de Emma me llamó la atención desde que la vi por primera vez y, desde que comenzamos estos encuentros íntimos, he descubierto unas cuantas cosas más que me gustan de ella. Como los hoyuelos en sus mejillas cuando sonríe, o que sea tan decente, pese a lucir el color verde en su uniforme. Puede tener un carácter de mil demonios en ocasiones, o ser sarcástica y no demasiado amable, pero es una buena chica, y no lo oculta. Personas como ella hacen que no parezca tan malo pertenecer a Slytherin.

FidelityWhere stories live. Discover now