Cap. 6 - Suppose I never let you kiss me

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POV Mary



- Mierda... - susurro, casi llorando de la frustración.

Me alejo de Parkin lo máximo posible en el reducido espacio, dejándome caer en el suelo, pegada a la pared opuesta a la puerta, sin disculparme por el golpe ni preocuparme por si le he hecho daño de verdad. Estoy demasiado ocupada compadeciéndome de mí misma.

No es justo. Yo no estoy siendo justa. Sé que él es inocente, al menos en esta ocasión, y me he merecido cada uno de sus gritos. Ahora que la furia ha pasado, puedo verlo. Debería disculparme, pero ahora siento que hay tantos motivos para ello que no sé ni por dónde empezar. Alzo la mirada y compruebo que él no se ha movido del sitio, y que en vez de increparme más o, incluso, atacarme (como sé que podría haber hecho alguna otra serpiente) él está allí, quieto, y sin mirarme. Apoya la cabeza en la pared y mira al techo, y juro que, incluso en la oscuridad, puedo ver su pecho moverse cuando toma aire despacio, intentando aparentemente relajarse. Cuando oigo su suspiro, me siento fatal conmigo misma, peor incluso que hace unos minutos, y no puedo aguantar más.

Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas, primero de forma lenta y silenciosa, pero enseguida los ridículos sollozos se unen. Genial, ahora además de mala persona, soy idiota. ¿Yo le pego, y soy la que lloro? Si no me entiendo ni yo, está claro que el slytherin pensará que estoy loca.

- Lo siento... - sollozo, final y sinceramente, mientras me abrazo las rodillas y escondo mi rostro en ellas, dejándome llevar por las lágrimas - Yo s-solo... Perdóname... - murmuro, sin sentido, cada vez más avergonzada.

No me gusta que nadie me vea llorar, pero menos aun alguien como él, alguien que en algún momento podría considerarse como un enemigo. Hay que mostrarse fuerte ante los que pueden hacerte daño, pero simplemente no puedo.

- Déjame s-sola... - le pido, sabiendo que no tiene ninguna razón para concederme favores - V-vuelve a encerrarme si q-quieres, pero déjame... - añado, sin descubrir mi rostro.

Oigo a Derek murmurar algo en respuesta a mis disculpas, pero el volumen de su susurro es tan bajo (o el de mis sollozos tan alto) que no entiendo ni una palabra. Bien puede haberle restado importancia a la situación como mandarme al diablo. ¿Qué importa? Me lo merezco, y me merezco que vuelva a encerrarme.

Sus pasos, sin embargo, no se alejan, ni la puerta se abre. Doy un pequeño respingo al notar su brazo sobre mis hombros y, cuando me atrevo a alzar el rostro, capto la sonrisa del slytherin. No esa arrogante que me hacía querer mandarle al diablo, sino una dulce, que creía olvidada hace tiempo. La sonrisa de mi Derek.

Sin embargo, mi orgullo se resiente al pensar que le doy lástima, que solo se queda allí por pena (¿por qué otra cosa va a ser?), y quiero fulminarle con la mirada, decirle que se meta en sus asuntos, demostrarle que soy más fuerte de lo que él piensa. Entonces veo su aparente torpeza al abrazarme, demostrando que no es muy dado a consolar a la gente o, al menos, a chicas lloronas, y solo puedo sentir una gran gratitud hacia él por no dejarme sola después de cómo le he tratado.

Con la mano libre, la que no está posada en mi hombro, aparta un mechón que ha quedado pegado a mi rostro por las lágrimas y sorbo por la nariz de la forma menos atractiva que puede existir, seguramente. Me imagino lo que él ve; ojos rojos, rostro hinchado y surcos de lágrimas. La imagen de la más pura debilidad. Sin embargo, no es eso lo que él parece ver. Derek ve, creo yo, a la niña que conoció hace años, también llorosa, a la que ayudó y de la que se hizo amigo, durante un tiempo. Ve el pasado. Nos ve a nosotros.

Capto, entonces, todo lo que su gesto indica. No es compasión, sino comprensión. Él me entiende, porque durante un tiempo, también él fue juzgado por sus compañeros, solo por juntarse con gente como yo. Noto que mi labio inferior tiembla en mi intento por mantenerme serena, pero finalmente cedo y suelto un sollozo más, solo uno, y apoyo la cabeza en su hombro, dejándome abrazar por él.

- Siento haber dicho todas esas cosas... - murmuro, entre hipidos - Sé que he sido injusta y que tú no eres... Bueno, que no eres como ellos. - termino, refiriéndome no solo a las que me han encerrado allí, sino a todos los que se meten conmigo y con los que son como yo.

La mano con la que ha apartado el mechón de mi cabello y colocado este tras mi oreja con suma delicadeza, acaricia ahora mi mejilla de la misma manera, y me sonrojo sin poder evitarlo.

- Tranquila, si alguna vez me las merezco, lo sé. – me da la razón, con una pequeña risa, que me contagia y consigue curvar mis labios hacia arriba, aliviada al ver que ya no está enfadado conmigo.

Es verdad que Derek me vuelve loca en ocasiones y que es raro que no discutamos cada vez que nos encontramos, pero el conocernos desde hace tanto tiempo me permite también saber que hay algo más debajo de tanto ego y no quiero perder a esa persona oculta... Porque he llegado a verle y apreciarle como un amigo, al que puedo llegar en ese momento.

Me seco torpemente las lágrimas que quedan en mi rostro, ahora que han dejado de manar, y le dedico una sonrisa al notar su respiración en mi cabello. Tener a alguien – o a él, más bien – cerca hace aquel encierro más llevadero. Se siente realmente bien.

Un pequeño quejido cuando mueve la pierna me alerta y alzo el rostro para observar la mueca de dolor que hay en el suyo. ¿Tan fuerte le he golpeado? Es posible que, con mi enfado, no midiese mi fuerza.

- ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! - exclamo en un susurro. Hace ya rato que mis palabras salen en ese volumen bajo, siento que es necesario.

No se me dan bien los hechizos de sanación, Lily es la que se ocupaba de eso. Por ello, lo único que se me ocurre para expresarle mi arrepentimiento, mi gratitud y que puede contar conmigo, es acercarme a él y depositar un beso en su mejilla.

El problema es que, al hacerlo, me parece que no es suficiente y, cuando me separo, mis ojos se posan, como atraídos por una fuerza desconocida, en sus labios. Durante unos segundos se quedan allí, hasta que van subiendo, posándose de nuevo en los ojos de él. No estoy segura de lo que veo en ellos, pero noto su intensidad, y adivino que espera a que lo haga. Su respiración se ha alterado de forma casi imperceptible, pero yo lo noto, quizá porque me siento igual. Una de mis manos, aun húmeda de mis lágrimas, se posa delicadamente en su mejilla y, finalmente, permito que mis labios se unan con los suyos, sorprendentemente suaves. Esto me parece más correcto.


...


Sí, soy lo peor.

Por motivos personales no he podido dedicarle a esta historia tanto tiempo como me habría gustado, pero ¡no me he olvidado!

Intentaré ser más constante a partir de ahora, ¡perdón!

¡Besitos de calabaza!

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