—¡Espera! Primero deberías practicar. Me da miedo pensar que puede transformar a Valentino en un plato de salchichas. Apunta hacía ese lápiz y cierra los ojos. Concentrate y devuelvele su forma original.

—Pero el lápiz es normal.— Argumentó Alan.

—Si, pero no siempre fue un lápiz. Antes de eso, fue madera. Debes darle esa forma otra vez.

—Ok, lo intentaré...

Alan cerró los ojos y apuntó hacia el lápiz y este comenzó a levitar, mientras una luz lo rodeaba. Lamentablemente se prendió fuego y ardió hasta volverse carbón.

—¿Que hiciste? ¿Quieres provocar un incendio? Te dije que le devolvieras su forma original, no que lo carbonizaras.— Se enojó Dodge.

—Lo siento ¿Ok?. No soy un experto en esto.

—¿En que rayos estabas pensando?.

—Ya dejame en paz perro pulgoso. No soy un hada madrina del algún cuento de prince... Oye, ahora que lo pienso. Diamante te dijo algo sobre el poder del amor y...

—¿Y?.— Preguntó el perro.

—Creo saber a que se refería con eso. Al parecer, esto es como el cuento de la princesa y el sapo.— Espeto Alan.

—¿Que es eso?.— Cuestionó Dodge.

—Una princesa besa un sapo y este se convierte en príncipe.

—Aja, pero ni Valentino es un sapo, ni tu una princesa. Así que tu plan, no tiene lógica.

—Nada pierdo con intentarlo.

—¿No será esta, una excusa para besar a Valentino?. — Indagó Dodge.

—Ah no... Para nada...

—Todavía no se me olvida que estabas olfateando su ropa interior.

—¡Bueno ya, dejame en paz con eso! Yo realmente deseo que él vuelva a ser humano.

—Está bien, pero mientras no intentes otra cosa, puedes hacerlo.— Dodge lo miraba con desconfianza.

—Bien, aquí vamos.— Alan tomó al cerdito en sus manos y lo posicionó frente a él.— Rayos, esto no será tan fácil como creía.

—¿Por qué?.

—Porque es un cerdo, no Valentino. No quiero besar a un cerdo. De hecho, jamas me imaginé besar uno.

—Hazlo o Valentino quedará así por siempre.— Advirtió Dodge.

—Bueno... Ya qué...

Alan se acercó al cerdito y le dio un beso rápido para después retirarse.

—¿Y bien?. — Preguntó Dodge.

—No sé. Al parecer no resultó. Quizás nos equivocamos.— Añadió Alan al ver que el cerdo seguia igual.

—Quizás es porque no se lo distrito con amor. Se lo diste con miedo y asco, así no sirve.— Le regañó Dodge.

—Si tan solo fuera Valentino, las cosas serian diferentes.

—Deja de pensar en eso, y comienza a pensar en el chico que te gusta. Imagina lo mucho que amas su sonrisa, su cabello y oler su ropa interior, pervertido.— Regañó Dodge.

—¡Ya te dije que no la estaba olfateando! Simplemente quería asegurarme que todo estaba bien.— Se excusó Alan.

—Cómo sea. Recuerda las cosas que te enamoraron de él. Quizás así se rompa el hechizo.

—Bien, haré el esfuerzo. — Suspiró Alan.

De pronto, alguien llamó a la puerta.

—¿Quién será?. — Preguntó Dodge.

—Voy a ver.— Alan se levantó del suelo y corrió hasta la puerta para liego asomarse por la rendija de esta.—¡Oh mierda!.— Exclamó asustado.

—¿Qué pasa?.

—El padre de Valentino está aquí. — Alan miró aterrorizado a Dodge.

—¿Cómo es que sabe dónde vives?.

—Yo que sé. Lo único que si sé, es que estaré en grandes problemas y tendré que dar muchas explicaciones.— Se quejó el chico.

Los problemas parecían no cesar.

Continuará....

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