Capítulo 26: Por ti.

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-Sí, señorito-me respondió él, como todos. Señorito por aquí, señorito por allá...

Creí ser libre cuándo abrí la puerta del lujoso coche que mi padre me había regalado por mi cumpleaños número quince, y el aire me azotó en la cara, revolviendo mi pelo. 

Sonreí feliz. Subí, dejando atrás el coche, hacía un pequeño acantilado dónde la brisa aumentaba. Aquel sitio era genial, no había nadie alrededor y podía hacer lo que quisiera. 

Me acerqué al borde rocoso, observando impactado el sin fin de aquel mar, era tan bonito azul y transparente invitandote a entrar. Las olas rompían con el principio de aquel pequeño acantilado, haciendo que algo de espuma y frescura me alcanzara. 

Me incliné, respirando fuertemente, intentando que todos aquellos olores llegaran a mi, para sentirlos uno a uno. Sonreí tontamente, y grité fuertemente, al igual que aquella película que había visto hacía un tiempo, todo una clásico.

-¡Soy el rey del mundo!- reí después de gritarlo, mientras hacía eco, oyéndose levemente...

Una risa detrás mía, acompañada por las olas y que a mi me pareció divina me hizo girarme algo intrigado.

-¡Vaya! ¡Ahí va todo tu ego!- me dijo ella con una sonrisa en la cara, una perfecta y bonita sonrisa, mientras su voz se hacía paso entre el romper del mar.

Yo, posiblemente me avergoncé, para luego sonreír tontamente. 

-¡Sienta genial! ¡Pruébalo!- la grité yo, incitandola a que representara el mismo grito que había echo instantes antes yo. 

La chica, que supuse que era de mi edad, pareció pensarselo para luego asintir y venir hacía mí . El viento sopló de nuevo, haciendo que su lindo vestido de playa se moviera con este, al igual que su melena de pelo negra. 

Ella se tambaleó, por lo que la ofrecí mi mano que cogió algo aliviada. 

Quizás fui un tonto, tenía alucinaciones o tanta humedad me había afectado, pero el sentir la mano de aquella desconocia me hizo notar un leve calambre, y una sensación que comenzó a zumbir en mi cuerpo y que no paró. 

Sonreí, ella también lo hizo. 

-¿Preparada?- la pregunté. Ella asintió y quitando su mano de la mía, para mi disgusto, se las acunó en la boca- Una, dos y... ¡Tres!

-¡Soy la reina del mundo!- gritó a pleno pulmón, mientras yo reía de nuevo. Sus carcajadas se unieron a las mías.

-¿Bien?- le pregunté mientras otra vez las olas intentaban opacar mi voz. Ella asintió contenta. 

-¡Para descargar estrés es fantástico!- concordó conmigo. Luego miró hacía bajo, y como hacía unos minutos al igual que yo se inclinó para ver el acantilado. Comenzó a andar hacía los lados, parecía buscar algo, y cuándo lo encontró, se despojó de su ropa ante mi mirada atónita, quedándose solo en un morado biquini, que dejaba ver una figura de escándalo. 

Esa chica, para mí, era una diosa. 

Me miró arqueando sus cejas, mientras señalaba hacía bajo del acantilado. 

-¿Te atreves?- me desafió con una mirada pícara. 

Yo, sinceramente, como un idiota guiado por el orgullo acepté sin más. Me quité mi polo verde claro, estando solo en pantalón bañador blanco que me llegaba hasta las rodillas.

Jamás pensé en ti: Mentira. EN PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora