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El chico de hebras verdes se concentraba en soltar esos suaves y adorables gemidos de sus labios, mientras descansaba su mentón en el firme hombro del mayor, haciéndolo lucir tan pequeño que el mismo Batman no podía entender cómo rayos esa pequeña criatura fue el más peligroso hombre de la ciudad de Gotham.

De todos modos, nadie desperdiciaba su tiempo pensando en eso, menos Bruce. Bruce estaba lo suficientemente entretenido acariciando las tersas y pálidas piernas del chico, al mismo tiempo en el que embestía su cuerpo de una manera dolorosamente lenta. Pero ese ritmo simplemente era suficiente para ambos hombres, los cuales vivían para sentirse el uno con el otro en esa prisión de cristal.

Las frágiles y algo rojizas muñecas del Joker estaban encima de su cabeza, sostenidas por la fuerte mano enguantada de su héroe. El payasito no paraba de lamentarse, mirando con absoluto y profundo amor al vigilante, como siempre lo miraba, incluso en aquella época en donde peleaban y fingían odiarse. Lo que vivían era amor, absoluto amor.

Y Bruce Wayne. . . simplemente amaba sostener a aquel payaso con sus grandes y fuertes manos, sabiendo que tenía el total control sobre él.

Desde hace años que las cosas eran así, Batman mantenía cautivo al ex-criminal en su cueva, en una prisión hecha de resistentes cristales, acomodada por muebles y tapizados limpiamente blancos.

Medida sugerida por los psicólogos profesionales a cargo de la rehabilitación del payaso.

Un ambiente tranquilo y pacifico haría que el paciente se mantuviese en calma las veinticuatro horas, sin ningún tipo de estimulo que podría mantenerlo ansioso.

Su fuerte y llamativo morado fue reemplazado por uno pastel, un regalo de su Batsy. Una prenda de ropa de ese color, la cual llevaba la mayor parte del tiempo consigo, era la diferencia colorida entre su prisión albina.

Batman consentía cada uno de los caprichos de Joker, y claramente aprovechaba para crear unos nuevos. Le regalaba cremas de autocuidado, mascaras faciales, maquillaje, productor del cabello de calidad...todo ese tipo de cosas que haría que el payaso resalte su hermosa expresión en su rostro, manteniéndose hermoso para cada visita que el hombre mayor pudiese darle.

La única responsabilidad que Joker tiene para seguir siendo consentido por el hombre, es no escapar, ni resistirse a nada de lo que Bat podría hacerle. Lo último nunca fue un problema, la razón por la que iniciaron ese pasional amorío fue una adorable confesión de Joker.

Él lo había iniciado todo, por eso Batman cayó ante sus encantos y tomó el control del payaso. Claramente, jamás se entregó a este, porque entregarse al payaso lo haría acabar como Harley Quinn, alguien desesperado por su atención y aprobación al punto de engañarse a sí mismo por amor. Bruce no caería en eso, Joker podría tener su amor, pero jamás lo tendría a él.

Solo pedía que este nunca se diese cuenta de ese detalle.

Joker amaba a Batman, tanto como Batman amaba tenerlo.

Aquella satisfactoria rutina era todo lo que necesitaban desde sus inicios, o al menos, ese era el pensamiento del vigilante oscuro, porque dentro de muy poco tiempo, las cosas cambiarían, y aquel payasito de forma inevitable tendría sus propias exigencias.

- B-Bats...- La débil voz post-orgasmica del payaso llamó su atención, y subió su azul mirada hasta él, prestandole toda su atención.- ¿Ya tengo permiso para salir al jardín...?

Ese fue el exacto momento en donde la realidad se cernió sobre él, y no demoró en caer en cuenta de que no podía negarse ante aquellas exigencias, porque la mirada anteriormente llena de amor del payaso se había convertido en una desafiante.

Le estaba retando a romper la rutina a la cual se había acostumbrado, obligandole a hacer un cambio antes de que todo lo que construyó se fuese a la basura.

Fue cuando recordó porqué ese chico era peligroso en primer lugar.

El payaso de entretenimiento. BatJokes.Where stories live. Discover now