12.2 - Sombras y cartas

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Iba a tomar la ruta entre la biblioteca y la casa del café, pero habían demasiado de todo en esa zona y prefirió rodear pasando por el frente de las aulas y el auditorio.

Aquel camino estaba en efecto más despejado, pero fue ahí que, justamente doblando rumbo a la casa de maestros, encontró a Glen y la rectora Griris hablando con rostros de ultratumba.

En una situación normal Nevan los habría evitado, fingido que no los vio, y continuado con su camino, pero estaban justo delante de donde dobló y quedo literalmente a dos metros de distancia. Tendrían que haber estado ciegos para no verlo.

—... -porque creo que ya es hora de avisarle ya que parece que predijo esto.

—Sigo pensando que es mala idea —Glenn se masajeó el entrecejo.

—Siento lo mismo, pero él dijo-... —se detuvo cuando le vio aparecer—. Señor Grant, sigue aquí.

Nevan gruñó internamente, pero se limitó dar un paso adelante y hacer un gesto con la cabeza a modo de saludo.

—L-lamento interrumpir, rectora. No pretendía escuchar.

—No se preocupe, es un asunto sin importancia y de todas formas ya me retiraba —miró a Glenn—. Necesitaré tu apoyo sobre lo que hablamos. Perderé la paciencia si no estás ahí.

—Por supuesto.

La rectora les deseó buenas noches a ambos y se fue en dirección a las aulas de clase a paso acelerado.

Nevan le vio irse y contuvo el aire hasta que la mujer estuvo lo suficientemente lejos. Aunque ni así pudo relajarse. Glenn le miró fijamente y parecía más cansado que antes.

—¿Trataron tu herida?

—Sí... —se rascó la nuca, mirando al fondo donde dos soldados armados avanzaban seguidos de centinelas—. Glenn, ¿qué está pasando?

—Eso me gustaría saber.

—Esos cristales eran de verdadera energía sombría.

—Eso parece.

—Y supongo que nadie tiene idea de cómo carajos llegaron hasta aquí, al centro de un juicio con todos los candidatos compitiendo y cientos de magos observando.

—No hables como si fuese mi culpa.

Muchos consideraban un milagro el que ningún espectador haya salido lastimado también, pero también hacía sospechar que el blanco de semejante táctica tan absurda era afectar a los candidatos compitiendo.

Pero a esas horas ninguno estaba de humor para discusiones sin sentido y su tutor simplemente se ofreció a acompañarle hasta los dormitorios.

—¿Supiste algo sobre Sedenis? —preguntó Nevan.

—Ah, Lior Sedenis, cierto —se rascó el cuello—. De todos los heridos las suyas son las lesiones más graves. No quiero ser fatalista pero si sale de esta no va a poder continuar en el curso de mago rojo.

—Pero...

—Sabes que la energía sombría es cosa seria. Si no queda con secuelas es probable que como mínimo el dolor de esas quemaduras se vuelva crónico.

Nevan gruñó. No es que él y Lior Sedenis fuesen amigos, con suerte habían hablado una docena de veces en todos los años que llevaba allí, pero le perturbaba que quedase fuera del curso por algo tan turbio y que ni siquiera fue su culpa.

—¿... Le preguntaste a Ewart?

—¿Driscoll? Se interrogó a todos los que corrieron, pero él no dijo nada que no se viese en los proyectores.

El mago rojo | El Legado Grant IWhere stories live. Discover now