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Conforme fueron llegando sus tres amigas (con todo y parejas, hijas, y hombres), fueron llenando la casa de "¡amiga!" y "¡qué emoción!" Hugo estaba de pie, recibiéndolas con tapas y bebidas, que cuando se terminaban, él prontamente iba a la cocina y volvía a surtir. Hugo se sentía muy bien; llevaba pocos días con Linda L. pero aún no había cometido un error. Se sentía habilidoso, rápido, y pronto para cumplir las necesidades de Linda. Todas las noches, antes de dormir, llenaba la lista de gustos que le habían dado. Ahí ponía todo lo que podía recordar que había aprendido en el día: cómo le gustaba a Linda la comida, la ropa, la casa, y cualquier otra cosa que pudiera ver y notar de su dueña. De igual forma, estudiaba la lista cada mañana después de su entrenamiento. Se sentía satisfecho con su propio desempeño.

La fiesta fue probablemente su momento de mayor desbalance. Los hombres estaban en un rincón, en silencio; Linda había comprado un juego para ellos. En los centros de adopción se fomentaba la importancia de la convivencia entre hombres pero, ya que no hablaban, había que proporcionarles maneras de convivir, que en su mayoría eran juegos.

Mientras los otros hombres jugaban, Hugo estaba de aquí para allá con comida y bebidas, y cuidando a Molly y Sandy, gemelas de 6 años, la bebé Miranda, y Cassandra de 10 años, que se negaba a quedarse con las otras niñas y lo seguía a todos lados haciéndole preguntas. Los otros hombres podrían haberlo ayudado, pero esto era posible sólo con el permiso de sus dueñas, y era mal visto que no fuera el hombre de la anfitriona quien pusiera todo en orden, demostraba falta de fuerza, disciplina y habilidad, cosa que Linda no quería.

- Cuando prueben el salmón que hace Hugo, van a quedar im-pre-sio-na-das. ¿Se acuerdan de ese lugar junto a la playa donde comimos salmón salvaje?

- ¿Del viaje del año pasado?

- No, no...fue hace como 3 años, que todas dijimos que no creíamos que fuéramos a probar un salmón más delicioso. Pues el de Hugo es mejor.

Todas rieron, incrédulas.

Su amiga Alexandra, mamá de las gemelas, era de la edad de Linda, y su esposa se llamaba Genevieve; era extranjera y no hablaba mucho, pero era cariñosa con las pequeñas y siempre muy amable. Julieta era un poco más joven, y también un poco más liberal; ella y su esposa Hilda habían vivido juntas por doce años; habían adoptado un hombre y tenido a Cassandra dos años después de empezar a vivir juntas, sin embargo, no había sido sino hasta un año atrás, cuando decidieron tener a Miranda, que al fin habían hecho oficial la unión. Laura estaba por casarse, como Linda recordaba constantemente con amargura por su propia situación; ese día, como ya era común, su novia Sofía no había podido asistir, pues su prominente negocio internacional requería de su presencia. Las cuatro amigas se conocían de toda la vida, pues sus madres eran notables empresarias y amigas; todas, como Linda, vivían de los negocios de sus madres y eran las herederas de estos; Linda era la única de ellas que había crecido con una madre soltera...y era la única que tendría una hija sin pareja.

Hugo llegó a la mesa con el salmón y todas se relamieron. Si sabía tan bien como se veía, entonces Linda tenía razón. Con elegancia y cuidado, Hugo les sirvió. Linda las miró de reojo, y se sonrió por lo bajo al ver la mirada de todas.

- No puede ser- dijo Laura.

Todas comenzaron a soltar risillas.

- Linda nos está tomando el pelo, esto lo cocinó una chef profesional y sólo puso a su nuevo hombre a servirnos- dijo Alexandra entre risas -wow, de verdad te sacaste la lotería con este hombre.

- Bueno, bueno- dijo Julieta -también podría ser que ya se nos olvidó el salmón de hace tres años. Propongo un viaje a la playa para la despedida de soltera de Laurita, y para dar el veredicto del salmón de Hugo. Ahora, un brindis por el nuevo hombre de nuestra querida amiga, Linda.

Las Bestias (NaNoWriMo 2019)Where stories live. Discover now