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En su tienda, las cosas no marchaban tan bien como en las cafeterías. La había abierto seis meses atrás con la esperanza de hacer su propio negocio y dejar de depender del de su madre, pero las cosas no iban tan bien como ella esperaba. Aún no hacían lo más mínimos de ganancias. Aunque su madre constantemente le repetía que el que fuera auto-sostenible en seis meses era más que suficiente, ella lo que quería era sentir que vivía de su propio dinero.

Después de ir, como todos los días, a desencantarse de su negocio, era hora de almorzar con sus amigas. Entró a su restaurante de siempre y suspiro, dejando ir todas las preocupaciones de la mañana; ese era su momento favorito del día.

- ¡Buenos días!

Todas le respondieron efusivamente, como si no se hubieran visto el día anterior, y el anterior, y el anterior. Semanas antes, ella les había contado sobre su decisión: o encontraba al progenitor de sus hijas, o se iba por el mundo, y moría por decirles lo nerviosa que se sentía porque ese día debía tomar su decisión, pero su amiga Laura la interrumpió.

- Amiga, ¿qué crees?

Linda sonrió, fingiendo emoción, pero en realidad sólo pensando en cuándo sería su turno.

- ¿Qué?, ¿qué?, ¿qué?

Y Laura le mostró el anillo que llevaba puesto en su dedo anular; lo sacudió frente a la cara de su amiga, riendo. Las demás también rieron, estridentemente, emocionadas. Linda le tomó la mano y, un poco molesta por el hecho de tener que levantarse de nuevo para darle un abrazo, se levantó y la estrujó cariñosamente entre sus brazos.

- Laura, ¡qué emoción! ¿Cuándo te lo dijo?

- ¡Ayer! Nos vamos a casar en cuanto se gradúe de la universidad. ¿Y adivinen qué más?

Un coro estridente de qués se levantó entre el resto de las amigas. Linda podía ver cómo Laura se regocijaba ante toda esa atención.

- ¡Vamos a adoptar a un hombre! Queremos tener una hija en cuanto nos casemos.

Todas aplaudieron, rieron, se emocionaron; Linda entre ellas. Pidieron pastel y mimosas para festejar. Hablaron de los detalles de la boda, de a dónde viajarían para su despedida de soltera...y entre todo ese barullo, Linda sintió que se hundía en su propio desencanto, en los desaires de su propia vida. Todas lucían tan felices, tan completas...

- Siempre, desde que te la vendí, te envidié por tener esta casa...¿por qué piensas en mudarte?

Linda suspiró, mirando la sala con grandes ventanales que la llenaban de luz. Era cierto, la casa era bellísima.

Estaba tomando té con la agente inmobiliaria de la familia.

- Es muy grande- le dijo- pero, de cualquier manera, sólo busco una cotización, aún no he tomado mi decisión final. De hecho, es muy probable que no se haga, así que te lo agradecería si no se lo mencionas a mi madre.

La señora C. hizo un gesto de cerrar una cremallera en su boca.

- Si la vendes, quizá Melissa y yo la compremos; ya está en nuestras posibilidades. Justamente estamos pensando en ampliarnos para animarnos a tener una bebé, así que sería ideal.

Linda le sonrió amablemente. De pronto, la idea de alguien más en su casa, su hermosa y espaciosa casa, ya no le hizo feliz. Llevaba casi 5 años viviendo ahí. La había decorado a su gusto; ¡había muebles que estaban hechos a la medida!, ¿tendría que dejarlos en la casa cuando la vendiera? No quería.

La señora C. tomó el último trago de su té y preparó su pluma y papel.

- Bien, vamos a cotizar la casa.

Camino al centro de adopción, Linda pensó que, de no ser ese hombre el indicado, agendaría otra cita, y otra...y otra si era necesario. En la mañana había estado muy segura de su decisión, pero de pronto dejarlo todo y viajar por el mundo sin un plan para el futuro la llenaba de pavor. La idea de quedarse en su casa, tener una hija y educarla, no era atemorizante: si todas las demás estaban haciéndolo y eran felices, parecía el camino de vida más seguro.

- ¿Linda L.? Soy la doctora N.; hablamos por teléfono. Mucho gusto.

Linda estrechó su mano.

- Yo soy entrenadora de los hombres genéticamente superiores en esta clínica. Me enviaron su solicitud y la leí muy cuidadosamente. Como le dije, creo tener el hombre perfecto para sus necesidades. Si gusta acompañarme.

La doctora N. le dio un folleto con la información de Hugo y juntas caminaron hacia el interior del centro de adopción. Mientras avanzaban, Linda pensaba que ese lugar le recordaba a su madre y sus cafeterías: todo era blanco, desde las paredes hasta los muebles, y todo estaba impecable; imaginaba cómicamente que, si alguien derramara algo, un grupo de limpieza rápidamente llegaría a asear el desperfecto y después desaparecería tan pronto como había llegado.

Linda pasó su mirada al folleto:

Hugo

Raza: Caucásico

Estatura: 1.90 metros

Este ejemplar tiene habilidades de todo tipo. Todo lo necesario para el hogar: plomería, carpintería, electricidad, manualidades, decoración de fiestas, limpieza diaria, limpieza profunda, cocina, postres, ¡y mucho más! Todo el repertorio de habilidades para el cuidado de hijas y mujeres embarazadas: cuidados prenatales, cuidado durante puerperio y lactancia, cuidado de neonatos, primera infancia, niños y adolescentes.

Habituado a entrenar a diario para mantener su fuerza y flexibilidad, ¡y poder ser la ayuda que necesitas en el hogar!

¿Necesita habilidades extra? Este ejemplar tiene IQ certificado. Aprenderá todas las habilidades extra que necesites y los talleres van por nuestra cuenta.

Detrás de toda gran mujer, hay un buen hombre.

Centro de Adopción K. & Z.

Las Bestias (NaNoWriMo 2019)Where stories live. Discover now