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Del lado contrario del panfleto, había información sobre sus antecedentes genéticos. Todos los centros de adopción estaban obligados a dar información de hasta 3 generaciones atrás. Dándole un rápido vistazo, Linda se sorprendió; su genética era impecable, no había diabetes, cáncer, tendencia al sobrepeso, afecciones del corazón, labio leporino, déficit de atención, síndrome de down y decenas de otras enfermedades y condiciones hereditarias en sus 3 generaciones anteriores (tanto por el lado femenino como el masculino). De hecho, la lista parecía sólo una formalidad; había visto otras, cuando sus amigas habían adoptado hombres, y siempre había unas cuantas afectaciones posibles (por supuesto, ninguna era tan adinerada como ella); la hoja de Hugo podía haber simplemente dicho "no hay enfermedades congénitas en los genes de este hombre".

Llegaron a una sala, igualmente blanca, con un enorme cristal que dejaba ver al interior de la guardería del centro de adopción. Linda y la doctora N. se sentaron para observar. Había unos diez hombres caminando de acá para allá, resolviendo de forma rápida y efectiva todo lo que se presentaba: bebés llorando, pañales sucios, niñas llorando. Uno inclusive estaba jugando una ronda con un grupo de pequeñas que ya caminaban. A pesar de que hombres y mujeres parecían, a simple vista, similares, si había algo que los diferenciaba de forma muy marcada era que los hombres siempre estaban callados. Cuando una mujer jugaba con niñas, podías verla riendo, cantando y hablando con ellas, pero los hombres, aunque siempre tenían un rostro sonriente, no cantaban, hablaban, ni reían.

- Hugo, el ejemplar que sugerimos para usted, es el hombre que está con los neonatos.

Para Linda, fue evidente por qué lo habían elegido para ella tras su muy específica y exigente solicitud. Era notablemente más alto y más fuerte que los demás, definitivamente se veía que le daría buenos genes a su descendencia.

- A simple vista me parece muy bien. Si no le molesta, quisiera ver su desempeño durante un rato.

- Por supuesto. Preparamos para usted un refrigerio para que se quede tanto tiempo como quiera. El horario de guardería termina a las 7.

En seguida, un par de trabajadoras le llevaron un carrito con todo tipo de elegantes aperitivos: pastelillos, tapas de jamones y quesos de olor fuerte, una botella de vino, y chocolates finos. Linda se acomodó en su asiento y comenzó a comer tapas mientras lo miraba.

Le ponía nerviosa la fuerza que tenían los hombres. Podía ver los prominentes músculos de Hugo marcando su playera. Ella confiaba, por ejemplo, en Elías a pesar de lo fuerte que era porque lo conocía desde siempre; él la había cuidado toda su infancia. Pero se preguntaba cómo otros hombres podían ser buenos con las niñas con esos cuerpos tan anormalmente altos y esa fuerza sobre-natural; muchas mujeres se llevaban a los hombres un par de días de prueba sin observarlos antes, pero Linda necesitaba sentirse segura con él, y qué mejor manera que ver cómo era con las niñas.

A pesar de ser el hombre más grande, era también a quien habían dejado con las más pequeñas, y eso llamó su atención. En una de sus enormes manos podía sostener el cuerpo completo de una bebé. Lo miró por horas; una mansa bestia silenciosa que trataba a las bebés con una delicadeza inimaginable; parecía que sus manos estaban hechas para manipular plastilina sin aplastarla. A Linda, su forma de manipular a las recién nacidas le transmitió mucha paz, una paz hipnotizante; se relajó de tan sólo mirarlo.

Eran casi las siete cuando el chirrido de la puerta sobresaltó a Linda L.

- Las madres están por llegar, señorita- dijo la doctora N.

- Lo lamento, perdí la noción del tiempo.

- No, no se preocupe.

Las encargadas de la comida entraron para llevarse el carrito y la doctora se sentó a su lado.

Las Bestias (NaNoWriMo 2019)Where stories live. Discover now