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Sí podía seguir contratando temporales, pero no era tan cómodo, hacer eso la obligaba a estar en casa por las mañanas y por las noches -ninguna agencia respetable enviaba hombres por más de un día a la vez...Linda siempre había sospechado que tenía que ver con mantener el negocio de los centros de adopción. No, pensó ella, es lo mejor adoptar a un hombre; ¿por qué me estoy preocupando ahora por algo que no va a pasar hasta dentro de muchos años? Lo importante en este momento es que Elías ya no está en condiciones de trabajar para mí y para mi madre; si ella quiere esperar a que él muera para tener un hombre nuevo, que haga lo que quiera, pero yo soy joven y tengo mil ocupaciones, no puedo darme el lujo de no tener uno.

Linda bajó a la cocina, donde su desayuno ya estaba servido, como lo había pedido al ordenar los hombres para toda esa semana: jugo de naranja fresco, un plato de fruta y un huevo estrellado sobre un pan tostado con aguacate. Se sentó a comerlo con calma mientras miraba su agenda digital. Fue hasta entonces que recordó que ese día vería a la agente inmobiliaria; no se lo había dicho a su madre aún, pues sabría que pondría el grito en el cielo, pero si el hombre no la convencía, estaba pensando en vender la casa. Cuando, hace años, la había comprado, se había enamorado de lo grande y espaciosa que era; se había imaginado viviendo en ella casada, con una hija, quizá dos; compró esa idea, no la casa en sí. Ahora que ella seguía soltera, lo grande que era la casa y los cuartos extra retacados de cosas inútiles la asfixiaban con su triste vacío. Siendo hija de una soltera e independiente mujer de negocios, Linda había sufrido lo que era crecer con una sola madre, y siempre anheló tener otra en casa, una que tuviera tiempo para ella; de niña, se había hecho la promesa de no ser una madre soltera, de esperar hasta estar casada para tener hijas, pero ese año, en su cumpleaños número 35, comenzó a re-pensar sus planes para el futuro. No tenía una pareja; salía con chicas de vez en cuando para divertirse, pero no había en su horizonte nada que fuera a ser duradero o permanente. Su cuerpo estaba llegando a una edad en la que ya no le sería tan fácil ni tan sencillo pasar por el agotamiento físico y mental de un embarazo. Cuando Elías enfermó, fue como una señal: era hora de que encontrara un hombre para tener las hijas que siempre había deseado. Hizo una cita con el centro de adopción de donde su madre había conseguido a Elías tiempo atrás y tomó una decisión: voy a hacer una sola visita y, si no me convence el hombre que preparen para mí, voy a vender la casa y hacer un viaje alrededor del mundo.

El timbre sonó, Linda cerró su agenda y comenzó un día más de su vida. Al abrir la puerta, no se encontró con la persona que esperaba: su burbujeante maquillista personal; en vez de eso, ahí estaba su sobrina y asistente.

- Buenos días, Eleidi- se saldaron besándose ambas mejillas -¿Lupita no vendrá?

- No, disculpa, está un poquito enferma. Va a poder venir hasta la próxima semana, ¿no hay problema?

A Linda le irritaba siempre la informalidad de Guadalupe; fácilmente podría haberle enviado un mensaje por la mañana para avisarle de ese cambio de planes.

- No hay problema- respondió fríamente.

Mientras Eleidi la maquillaba y peinaba, Linda se mantuvo seria y estoica a pesar de que la chica intentaba sacarle plática.

Cuando hubieron terminado, Linda se miró al espejo buscando algún error en su cabello o en el maquillaje, pero la verdad era que Eleidi era tan buena como Guadalupe. Eso la irritó aún más. Linda se levantó y, al hacerlo, tiró un costoso polvo compacto de la mesa de trabajo de Eleidi.

- Oh, lo siento tanto- dijo -ten más cuidado en dónde dejas tus cosas; puedo pagártelo.

- No, no hay problema- respondió Eleidi, pero Linda pudo notar en su expresión seria, que se había molestado.

Se sintió satisfecha de haberle borrado su despreocupada sonrisa de la cara; ella y su tía habían cambiado sus planes del día, y eso no podía salir impune.

El día a día de Linda L. consistía en ir a visitar las sucursales locales de la cadena de cafeterías que su madre había fundado; era una visita rápida a las 5 sucursales que había en su pequeña ciudad, que consistía simplemente en que le reportaran en persona que todo estaba bien; Linda se aseguraba de que nada estaba fuera de lugar en sus locales, pues su marca se caracterizaba por una perfecta pulcritud; rara vez había desperfectos que arreglar, y la visita diaria de Linda era más bien un recordatorio para las gerentes: todos los días las cosas deben estar impecables. En la última sucursal le preparaban su café favorito y de ahí se iba al negocio que ella misma había fundado: una tienda de ropa de diseñador. 

Las Bestias (NaNoWriMo 2019)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu