t r e c e

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—Estoy aburrido— comentó Emilio dando un bostezo, estaban sentados en el sillón de su sala sin nada más que hacer. La madre de Emilio no estaba, tampoco Romina y aunque Kiko sí estaba, a él le importaba poco lo que hiciera o dejara de hacer su hermano menor. —¿Qué quieres hacer?

La casa estaba como la primera vez que entró, silenciosa y casi anormalmente grande, aunque ese día ellos la habían llenado de vida y de ruido al ponerse a grabar el cover de Emilio, el cual había tenido mucho éxito y todo gracias a Joaquín, quien no le arregló la voz para nada y todos sus fans comenzaron a comentarle que su voz sin arreglos era más bonita.

Cosa con la que Joaquín estaba completamente de acuerdo, no entendía por qué Roy se empeñaba en arreglarle la voz con mucho eco, cuando perfectamente podía dejarla así y era hermosa. Él estaba sentado junto a Emilio como un indio, sosteniendo sus piernas y pensando en que él no estaba aburrido, porque estaba con Emilio.

—¿Vamos al parque?— preguntó nada más por tener algo qué decir, era un día de esos en los que no había mucho que hacer y, aunque lo hubiera, no sonaba tan divertido como otras veces.

—¿Y qué haríamos?— Emilio volteó a verlo, tenía los rizos revueltos y parecía adormilado por el aburrimiento. —¿Ir a los columpios?

—No sé— estiró sus pies y luego recargó su cabeza en el hombro de Emilio casi como si no lo hubiera pensado para nada—. Yo no estoy aburrida, me gusta estar contigo.

—A mí también me gusta— sintió a Emilio suspirar y luego lo vio pasarse una mano por los rizos—. Pero eso no quita que estoy aburrido.

En ese momento se escucharon las escaleras y ambos voltearon hacia allá, donde venía bajando un chico que poco se parecía a Emilio pero que Joaquín sabía que era Kiko, puesto que la primera vez que fue, el de cabello rizado se había encargado de que conociera a sus hermanos al menos por foto.

—Oh, no sabía que tenías compañía— murmuró Kiko terminando de bajar las escaleras, mirando intercaladamente entre ambos. —soy Kiko, hermano de Emilio.

—Yo soy María— saludó escuetamente, levantando una mano para que Kiko pudiera verla. —soy amiga de Emilio.

Kiko asintió ante esto y se dirigió después a la cocina, sin preguntarles por qué estaban ahí o qué estaban haciendo, Emilio lanzó un bufido de frustración y se revolvió el cabello hasta que se volvió un nido de pájaros. Después lo vio sonreír y tronó los dedos, levantándose del sillón como si de repente le hubieran puesto un resorte en el trasero.

Samai entró corriendo a la habitación en ese momento, llevando una pelota en el hocico y moviendo animadamente la cola de un lado al otro. Kiko apareció desde la cocina mordiendo un sándwich y Samai no desaprovechó la oportunidad para pedirle jugar, el chico le quitó la pelota y la lanzó al jardín, la perrita salió corriendo detrás de ella.

—Voy a enseñarte a boxear— dijo finalmente Emilio, aproximándose hacia él y tomándolo de una mano para examinar sus muñecas y lo delicadas que estas eran—. Tus manos se ven delicadas pero seguro que puedes hacerlo.

—¿Esa es la forma en que coqueteas?— preguntó Kiko con una risa divertida atrapada en la garganta, si Joaquín hubiera estado tomando agua la habría escupido pero solamente tosió con fuerza, Kiko lo miró con una mirada burlona—. ¿Qué? Es obvio que ustedes son amigos ahora, pero no planean seguir siéndolo por siempre, ¿Me equivoco?

—Kiko, ¿Por qué no vas a ver para cuándo te mudas?— le pidió Emilio. Por lo que Joaquín sabía, Kiko era mayor a Emilio por unos 16 años y tenía 33, era obvio que ya debería haberse ido de su casa hace rato.

El rey del anillo ⨾ EmiliacoWhere stories live. Discover now