s e i s

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La fiesta se había puesto aburrida después de un tiempo, había alcohol pero Joaquín no lo consideraba necesario para divertirse, así que sólo se había tomado dos vasos de vodka (porque no iba a tomar cerveza, que puto asco) y justo ahora estaba recargado de la barra de la cocina de Andrés, mirándolos lejanamente a todos.

Nikolás y Elaine se habían ido a bailar por ahí, él con un vaso de cerveza (supone) y ella sin nada porque estaban compartiendo bebida desde hace un tiempo. Quién sabe qué pedo con Andrés porque Joaquín ya no lo había visto desde que llegó, estaban por dar las dos de la mañana e iba a irse a dormir pronto porque no era muy fan de desvelarse o emborracharse y menos de despertar crudo.

Claro que no todos los chicos de la fiesta pensaban igual que él, la mayoría ya estaban hasta la verga de borrachos o a un paso de estarlo, bailaban, jugaban los típicos juegos de una fiesta de adolescentes, ligaban o simplemente se besaban entre sí. Joaquín creyó ver a un par de chicas besándose en una esquina pero cuando volvió a ver ya no estaban, así que pensó que lo había imaginado.

A Emilio no lo había visto en todo el rato, Andrés le prometió que estaría ahí pero ya no sabía si creerle o no porque la casa de Andrés no era grande y aún así Emilio brillaba por su ausencia, siendo que Joaquín tenía mejores cosas que hacer que estar en esa fiesta, podría estar empezado "The Umbrella Academy" emocionándose por Aidan y Ellen pero en su lugar buscaba los rizos alborotados de su amor platónico.

Quería arrepentirse de venir pero no podía, porque era de los únicos sobrios de la fiesta y se cagaba de la risa con las pendejadas que hacían los que ya no se aguantaban ni ellos mismos. El anillo casi le pesaba en el bolsillo de su pantalón, sentía que todo el mundo sabía lo que tenía ahí y también para qué servía pero era imposible, considerando que nadie le creería si le dijera para qué servía ese horrendo anillo.

Lo sacó de su pantalón y lo observó, tenía un vaso lleno de jugo de naranja con vodka en la mano izquierda así que, como llevaba el anillo en una sola mano, fue fácil que se le resbalara y rodara por la barra, casi se le sale el alma del cuerpo cuando vio que caería y estaba apunto de aventarse por él cuando otra mano detuvo la travesía del anillo.

Casi se atragantó con su propia saliva cuando vio a Emilio levantar el anillo y examinarlo con los ojos entrecerrados, llevaba una camisa blanca sin mangas con un choker que tenía seis cubitos con letras que formaban "Emilio", tenía los rizos ligeramente revueltos y las mejillas rojas, por lo que Joaquín supuso que ya estaba borracho.

También la m del choker se veía un poco chueca y Emilio tenía labial rojo embarrado en la comisura del labio inferior, supuso que había estado besándose con alguien y eso no lo hizo sentir mejor, pero se enfocó en que el mayor llevaba su anillo aún.

Y también en que podría conseguir que Emilio le pusiera el anillo ahora que estaba borracho y poco consciente de su entorno, lo más probable es que ni siquiera se diera cuenta de quien era así que carraspeó y el de cabello rizado lo miró, deteniéndose primero en su abdomen descubierto gracias al crop top y luego mirándolo directo a los ojos.

—Ese es mi anillo— susurró casi sin darse cuenta de que estaba hablando tan bajito, Emilio no lo escuchó al principio y se acercó un poco más a él por encima de la barra, haciendo que Joaquín pudiera oler su colonia y se le nublara la mente un segundo antes de repetirlo—. Digo que ese es mi anillo.

—Ah, nop, no lo es— Joaquín frunció el ceño, sin estar realmente enojado porque no podía enojarse con Emilio cuando el mayor se veía precioso borracho—. Yo lo encontré aquí solito rodando, así que ahora es mío.

—Realmente es mío— murmura, viendo como Emilio juega con el anillo entre sus dedos, poniéndoselo en cada dedo para ver dónde le queda mejor y no pasa desapercibido por Joaquín como el anillo se le ajusta en cada dedo en el que lo pone—. Se me cayó al sacarlo de mi pantalón.

—Hum, no te creo— la mano izquierda de Emilio buscó el vaso de Joaquín para ver el contenido y olió, intentando averiguar qué chingados era—. ¿Esto tiene pique o algo?

—Sí— Emilio murmuró un gracias quedo antes de tomar del vaso importándole poco que Joaquín también hubiera tomado de ahí. Joaquín se sonrojó al pensar que era algún tipo de beso indirecto pero carraspeó—. Oye, neta, el anillo es mío, dámelo.

Emilio dio otro largo trago y, para cuando alejó el vaso de su boca, la mancha de labial rojo ya había desaparecido. Lo miró de una manera tan chistosa y tierna que Joaquín no pudo evitar sonreír.

—Pruébalo— Joaquín ladeó la cabeza, confundido—. Prueba que es tuyo.

La idea picaba en su cabeza, casi sentía que tenía a un mini él vestido de diablito dándole picotazos con el tridente para que hiciera lo que le decía. El mini él vestido de ángel estaba bostezando mientras leía un periódico, valiéndole madres si hacia caso a su lado malo o no.

Recordaba lo que dijo su madre, el como sus padres se habían enamorado, la forma inexplicable en la que ella se volvió Emilio cuando le puso el anillo; sentía que tenía que hacerlo, aún cuando la parte coherente de él le decía que todo iba a salir mal porque tenía un mal presentimiento.

Al final, se dijo que en la vida hay que tomar riesgos y aquí había dos latentes, que consistían en que, sí lo hacía tendría a Emilio (a la mala pero lo tendría) y sí no lo hacía, no lo tendría. Por lo que, entre tenerlo y no tenerlo, prefería tenerlo.

—Pónmelo— el Emilio borracho no entendió, así que Joaquín extendió su mano casi como si fuera el papa esperando un beso de sus súbditos—. Pónmelo, en el dedo índice. Si me queda bien, entonces es mío.

Emilio asintió, ignorando que hace un rato estaba jugando con el mismo anillo a ponérselo en todos los dedos y en todos le quedó bien, demasiado borracho como para ser consciente de la trampa. El menor saboreó su victoria cuando empezó a sentir el frío anillo tocar la piel de su dedo y después lo tuvo puesto por completo, no se lo había puesto antes, esperando por el momento adecuado, el cual ya había llegado.

—¿Qué no eras un chico?— la pregunta lo desinfló, porque le recordó que estaba pendejo si creía que cuando Emilio le pusiera el anillo, sería un chico. Al principio ni siquiera creyó que funcionara pero viendo como ahora Emilio lo veía con ojos abiertos y confundidos, sí, sí servía pero no era un chico, era una chica.

—No, c-creo que estás demasiado borracho— murmuró, jugueteando con el anillo de repente, tratando de que su voz al decirlo sonara creíble y no como un morro todo meco. Cree que no lo logró del todo porque Emilio entrecierra los ojos al verlo, pero al final no dice nada y se encoge de hombros.

Cuando Emilio deja de recargarse de la barra como hace unos segundos, Joaquín entra en pánico, creyendo que él se iría porque quizás era una chica demasiado fea pero entonces el mayor se pasa una mano por el cabello y le sonríe coquetamente.

O sea, coquetamente, a él.

—Y... ¿Cómo te llamas?— pregunta al fin, Joaquín suspira de alivio al darse cuenta de que no tendría sentido que fuera una chica fea si se suponía que tendría la apariciencia del tipo ideal de Emilio, así que sonríe un poco más calmado y hasta se ríe para evitar un poco los nervios.

Nunca ha ligado con chicos y menos con el que le gusta.

—No querías devolverme mi anillo, ¿Y ahora preguntas mi nombre?— no es un reclamo, en realidad es su forma de ganar tiempo porque, puta madre, no tenía un nombre pensado porque no creía hacerlo realmente.

—Pues... Sí.

Busca en todo su repertorio de nombres femeninos, nombres unisex, nombres de niño que parecieran de niña, pero nada funciona, no tiene ni puta idea de qué nombre decirle.

Y entonces la caga.

—Me llamo María.

El rey del anillo ⨾ EmiliacoWhere stories live. Discover now