Capítulo 26 - Sombras

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Capítulo 26 – Sombras

Lo que tenían en frente ya no era aquella Humana hermana de Karen, sino una Bestia que lucía como ella. Mientras que la Inmortal la miraba con evidente desesperación proveniente de la tristeza, Minos no podía sentir otra cosa que terror. No simple miedo, sino un terror intenso que lo dejaba helado en el lugar.

—Sara ha dicho que me has olvidado —graznó el monstruo con aquella voz que helaba la sangre—. Que has olvidado a tu hermano menor.

—Yo... no tengo un hermano menor —fue lo único que atinó a decir Minos. Pronto se dio cuenta de que había hecho la peor jugada posible.

—¿Me estás negando? —preguntó la extraña criatura mientras su rostro entero se deformaba con odio—. ¿Estás diciendo que yo no existo?

El Demonio quiso responder algo, pero se lo impidió el temor a empeorar la situación. En su lugar, Karen dio unos pasos hacia adelante y habló con una voz que, sin llegar a ser normal, sonaba mucho más calma de lo que el hombre podría haber fingido.

—La Serpiente nos dijo algo diferente. Que Minos era el hermano menor de alguien, que su hermano mayor estaba muerto.

—La Serpiente miente. Por eso tú y yo la llamamos así, hermano. Porque sisea y miente como todas las serpientes.

Maldita bruja. La muy desgraciada no había podido irse al más allá sin jugarle un último truco a su eterno enemigo. Al igual que Minos, la Serpiente le había dicho a Karen que se preocupaba demasiado. El Demonio comenzaba a creer que quizá no existía tal cosa como preocuparse de más.

La Inmortal cubrió a Minos de manera protectora y continuó hablando:

—¿Cuál es tu nombre? ¿Qué le has hecho a mi hermana?

—Catos. No he hecho nada a Sara.

Tenga cuidado con Catos, había dicho el Rey. En el momento al Demonio le había parecido no más que una extraña manera de provocarlo, ahora esas palabras aparecieron en su mente como una amenaza real.

—Has robado su cuerpo, monstruo. Devuélveselo.

—No le he robado. Nunca le robaría nada a Sara.

Karen apretó los puños, aunque la mujer nunca heriría un pelo de la Humana, ni siquiera si estaba poseída por un fantasma. A Minos se le ocurrió que era típico de ella preguntar por su hermana primero, pero él consideró que había asuntos mucho más apremiantes.

Para empezar, quería saber si ese espectro espeluznante realmente había sido quien decía ser. Y cómo cuernos se la había ingeniado para pasar de la tumba al cuerpo de una muchacha infeliz.

—¿Cómo sé que eres mi hermano? —preguntó el Demonio con todo el coraje que alcanzó a reunir. A pesar de que hablar por encima de la Inmortal no era fácil, el tal Catos tenía toda su atención centrada en el hombre.

—Pues lo sabes. Debes saberlo.

Si lo supiera no estaría preguntándote, pensó Minos con rabia. No obstante, se guardó esas palabras para sí. Hasta donde él se había enterado, la Corrupción (si es que de eso se trataba) no otorgaba ningún poder, solo que hasta donde él se había enterado el único hermano que tenía estaba muerto y enterrado. Era momento de admitir que quizá la información que tenía no estaba completa.

—Lo sabemos —dijo Karen. Pese a que había recuperado un poco de su compostura usual, el Demonio podía ver la ansiedad en esos ojos que buscaban los suyos—. Minos, piénsalo bien. El Rey creyó que Catos estaría con nosotros, habló como si él estuviera a donde sea que tú estás. Como si fueran inseparables.

Pactos OscurosWhere stories live. Discover now