🍂 Sexto capítulo

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No hay mal que por bien no venga

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No hay mal que por bien no venga. Todo en orden, mientras ese dicho no resulte al revés.

—Apóyese sobre mí —sugiere ese chico que conozco como: Quien quiera que seas—. Le ayudaré levantarse, con cuidado.

—¡Ay! —suelto un quejido—. Mi tobillo, duele.

—Señorita, no vaya a caerse. Voy a insistirle que por favor se apoye en mí.

—¿Por qué te preocupa tanto? —Desconfío de su intención.

—Sólo intento ayudar.

Lo miro fijamente.

—Hermosa, ¿hay algo más que pueda hacer por usted? —pregunta, destilando caballerosidad.

—¡Ay! —De nuevo siento dolor en el tobillo—. ¿Podrías llevarme al jardín?

—Tendría que bajar las escaleras —advierte—. ¿Cree que eso le sea posible?

—No. —Me sincero—. Apenas si puedo dar algunos pasos.

—Señorita Amkind —interviene un mayordomo—. Podemos cargarla hasta el jardín.

—¿Estás bien, hija? —Se acerca mi padre.

—Yo podría llevarla —afirma Quien quiera que seas—. Si usted no tiene inconveniente alguno, señor.

De inmediato miro a papá, y asiento para hacerle saber que de seguro estaré bien con ese muchacho que me obsequió un vals.

—La cargaré. —dice el chico, levantándome cuidadosamente. Yo enseguida apoyo mis brazos sobre su espalda.

Antes de salir, doy un vistazo a los invitados. Todos me miran, en silencio. A excepción de Heather y Alistair, quienes no dejan de reír.

—¡Esta me la pagarán! —sentencio en voz alta.

—No les dé importancia —aconseja el muchacho que me carga sobre sus hombros—. Ellos no la merecen.

—¿Qué no viste lo que hicieron? —lo cuestiono, al mismo tiempo que él baja las escaleras.

—Lo vi —asegura—, pero ni siquiera ese acto malintencionado, es motivo para que le amarguen su dulce día.

—¿Qué intentas decir?

—Dieciséis años… —Habla, cabizbajo—. Sólo se cumplen una vez en la vida.

—Tienes razón —Esas palabras casi han frotado solas de mi boca.

Mi corazón se ablanda en compañía de este chico, o talvez, mis sentimientos nunca han estado endurecidos realmente… Yo qué sé. Por ahora, considero que guardar silencio sería lo más apropiado.

Ambos cruzamos la puerta, llegando así al otro lado del jardín.

—Hemos llegado —anuncia él, mientras me coloca sobre una banca de hierro.

Un suspiro eleganteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora