🍂 Quinto capítulo

61 9 3
                                    

El universo entero decide reducirse para mí, disfrazado en una sola pregunta

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.

El universo entero decide reducirse para mí, disfrazado en una sola pregunta.

¿Quién es él?

Lo desconozco al cien por ciento. Únicamente, puedo decir que su llegada marca elegancia.

Es un chico atractivo, que en segundos roba las miradas de doscientos invitados, junto con un solo suspiro: el mío.

Él parece gentil, y es complicado ignorar su elegante presencia. Porque se trata de un desconocido que —por motivos tan iguales—, ofrece no dejarme sola, en medio de la fiesta; eso sin haber cruzado una sola palabra conmigo.

Sus pasos no resuenan con ímpetu, más bien son calmosos, y provocan que logre percibirse cierta comodidad dentro del salón Alcornoque.

El agraciado chico se acerca, mientras en un dos por tres, las burlas hacia mí se desvanecen.

Todos mis invitados —incluido ese grupito destacado en la secundaria Almond— guardan silencio. La impresión los ha callado.

Heather Connors cierra los puños, sumergiéndose así en su propia envidia.

Alistair Powell luce acomplejado. Su atlética figura jamás igualará los encantos físicos del muchacho que apenas llega.

Ese invitado tan inesperado, camina gallardo hacia mí.

Suspiro, embelesada por la sonrisa traviesa que él acaba de soltar.

Nos encontramos frente a frente. El chico observa mi vestido rosa. Yo me detengo a mirar ese traje que lleva puesto; es azul brillante, por completo de seda.

—¿Quién eres? ¿De dónde vienes? —indago.

—¿Te gustaría descubrirlo? —Su sonrisa traviesa ahora es más amplia.

No sé cómo reaccionar ante sus palabras. Muchos menos, cuando tanta elegancia le rodea. Incluso me atrevería a decir que siento mi corazón un poco más blando.

No lo sé, quizá sea por esa mirada caramelo en la que consigo perderme. Por otra parte, si describo cada uno sus cabellos, diré que están perfectamente acomodados, y son casi brillantes, como hilos de tafetán.

Cortésmente salgo de hechizo que es su apariencia, pero comienzo a sonrojarme. Él parece no abandonar la sofisticación; por nada de este mundo, ahora giratorio en torno a mis dulces dieciséis.

—Entonces... —digo, y con disimulo adopto una mejor postura—. Si estás aquí, es porque bailarás conmigo.

—Señorita, discúlpeme. —Él guiña un ojo, sin motivo—. Creo que me he demorado un poco. Espero, usted no se moleste ante las circunstancias de esos minutos perdidos.

«Cuánta elocuencia» —pienso al mirarlo, mostrándome altiva.

—Si es que bailaré contigo, me parece que la disculpa sobra —decido coquetear, sin timidez alguna.

Un suspiro eleganteKde žijí příběhy. Začni objevovat