La chica del cumpleaños

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El ultimo cumpleaños que era capaz de recordar, era mi cumpleaños número quince.

Recuerdo que ese día me desperté temprano en la mañana y al bajar a tomar desayuno me sorprendí de ver a mi padre en la casa. Él y mi madre estaban sentados en el mesón de la cocina con un pastel de chocolate y tres velitas de colores encendidas.

Recuerdo que me acerqué al pastel y apagué las tres velitas de un soplido, tratando de aguantar una sonrisa que se escapaba de mis labios.

Estaba tan feliz, no estoy segura de por qué, pero lo estaba.

Sin embargo, cuando abrí los ojos en la mañana supe que no quería levantarme de la cama y eso era muy malo, porque si había un día en el que no podía quedarme en la cama, era hoy. Estaba segura que Annabeth podría venir a sacarme de mi misma habitación y eso que ni siquiera la conocía tan bien.

Quité las mantas de mi cuerpo y entré en la ducha, quizás demorándome un poco más de lo que hacía normalmente.

Al salir me coloqué unos pantalones negros, una camiseta negra caída de uno de los hombros y una chaqueta de mezclilla.

Peiné mi cabello mojado con los dedos, agarré mi mochila y bajé la escalera.

Estaba preparada para salir por la puerta y esperar a que Rick pasara por mí afuera, cuando vi que mi madre estaba sentada en el mesón de la cocina con un muffin en su mano. Había una velita prendida en él.

Quise seguir mi camino hacia la puerta principal, pero no pude. Me quedé observándola unos cuantos segundos.

Con un suspiro me senté frente a ella y apagué la vela.

No quise mirarla, pero me quedé para que ella pudiera decir algo.

–Mira, Kennedy –comenzó a hablar–. Sé que cometí un error, cometí muchos errores. Creo que el peor de todos fue pedirte que ocultaras esto de tu padre la primera vez. Lo hice de una forma desesperada y te metí en un embrollo en el que no debías estar. Sé que no lo recuerdas, pero te pido perdón de todos modos porque no estuvo bien, no sabes lo mucho que me arrepiento.

Aún seguía sin ser capaz de levantar la mirada. Quería y no quería al mismo tiempo escuchar esto. Una parte de mí quería escuchar sus disculpas y la otra parte sabía que no importaba lo que dijera, ya todo estaba hecho, nada iba a cambiar.

–Sé que estás enojada y no estoy pidiendo que me perdones, sé que una parte de ti estará enojada conmigo por siempre –suspiró–. Solo quiero que lo intentes, porque no puedo seguir contigo ignorándome, sé que lo merezco, pero no puedo.

No podía hacer esto ahora. No hoy.

Me puse de pie y tomé el muffin, sacándole la velita.

–Gracias por el muffin, mamá –fue lo único que fui capaz de responderle, porque sentía la garganta apretada.

Me dio una pequeña sonrisa.

–Feliz cumpleaños.

Le di una última mirada y un intento de sonrisa antes de cerrar la puerta de la entrada.

–¡Feliz cumpleaños!

Antes de poder dar si quiera un paso sentí como dos brazos flacuchos rodeaban mi cuello y me abrazaban.

Anna chilló de alegría en mi oído y yo me estremecí por el sonido.

–Annabeth la vas a estrangular –Rick se rio en algún lugar cercano, pero con el cabello de Anna me era imposible verlo.

–Lo siento, lo siento –se disculpó ella–. Es la emoción.

En cuanto Anna liberó mi cuello, sentí el calor de Rick cuando me rodeaba en con sus brazos. Este abrazo fue sin duda mucho más agradable. Aunque apreciaba la emoción de Anna, me vendría bien la suya, ya que a mí me venía en falta.

ForgottenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora