Culpa

617 45 5
                                    

–Así que cuéntame Kennedy, ¿has progresado algo en estos días desde nuestra última visita?

El doctor Powell me miró a través de sus gafas de manera inquisitiva y yo me removí un poco incómoda. ¿Progreso? Más bien un desastre por completo.

Habían pasado algunos días desde que mi padre se había ido de casa y no estaba siendo para nada fácil. Mi madre intentaba acercarse a mí, que conversáramos, que comiéramos juntas, que la mirara, pero todo eso me estaba resultando tremendamente difícil. Porque yo simplemente no quería estar con ella, no quería verla, no quería hablar.

Mi padre había llamado todos los días como había prometido y me había incentivado a hablar con mi madre, sin ningún resultado.

–Pude recordar algo –admití, con una pequeña sonrisa y un encogimiento de hombros. Supongo que era bueno si empezábamos por una noticia positiva.

Mis palabras parecieron gustarle al doctor Powell porque se inclinó hacia adelante en su sillón y me dio una sonrisa.

–¿Te sientes cómoda contándome lo que recordaste?

Asentí con la cabeza.

–Fue algo corto la verdad –fruncí el ceño–. Recordé el primer día de clases, como conocí a mis amigos. Anna había hablado de eso un día y para la noche lo recordé, fue como un sueño.

–Eso está muy bien, quizás tus recuerdos comiencen a llegar de manera progresiva –asintió–. Espero que estés muy contenta.

Lo estaba. Aunque aún me sentía un poco frustrada porque ese recuerdo no me aportaba mucho, no aclaraba nada y sobre todo no aclaraba nada sobre Reed, el maldito Reed.

Solté un suspiro.

–Mi madre engaña a mi padre –solté de la nada. Había estado esperando varios días para poder decírselo y supongo que no quería aguardar más.

El doctor Powell alzó ambas cejas, pero no pareció sorprendido. Me había dado cuenta que nada parecía sorprenderlo en realidad, como si ya hubiera visto todo, como si nada fuera lo suficiente malo. Ojalá nada fuera lo suficiente malo para mí, ojalá yo pudiera ver el lado bueno a las cosas. Pero lamentablemente, últimamente parecía hundirme cada vez más.

–Se lo dije a mi padre –proseguí, había aprendido que antes de tener una opinión de su parte debía soltarlo todo–. Y me fui de la casa por algunos días porque no quería estar presente en sus discusiones, yo simplemente no quería verlo. Pero cuando volví, era mi padre el que se estaba yendo, no ella.

Suspiré y me pasé una mano por el cabello, desordenándolo.

–Mi madre dijo que antes de perder la memoria yo sabía lo de su aventura –miré al doctor a los ojos, que me miraban atentos–. Creo que eso es lo que más me tiene afectada sobre el tema. Yo lo sabía y no dije nada. Yo no soy así.

El doctor Powell anotó algo en su cuaderno y luego se arregló las gafas para mirarme.

–Tienes que comprender, Kennedy, que al perder los dos años de tu vida también perdiste la personalidad que habías ganado en ese tiempo. En nuestro proceso de crecimiento vamos cambiando constantemente, dependiendo de las personas con las que nos rodeamos y las situaciones que vivimos. Tu borraste todo eso, es desconocido para ti y puedes llegar a sentirte traicionada contigo misma por esa misma razón –apretó los labios–. Pero eso no es completamente malo, tienes que tratar de comprenderte, tratar de encontrar tu equilibrio. Está bien que te sientas un poco perdida, pero te prometo que todo volverá a su lugar en algún momento.

Me regaló una sonrisa reconfortante que agradecí.

De verdad esperaba que ese momento del que estaba hablando llegara pronto.

ForgottenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora