Completa confusión

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¿Saben lo que es sentirse realmente desorientado en la vida? Yo si lo sé. Y si puedo ser sincera; es horrible.

Así es como me sentía ahora, total y completamente desorientada.

Cuando abrí los ojos me encontré con el color blanco. Un blanco demasiado segador como para llegar a ser agradable.

No entendía nada de lo que estaba sucediendo, y el hecho de casi no poder moverme hacía que mi desconcierto (y terror) aumentaran.

Al principio no sentía nada y casi no podía ver nada. Pero con el paso de los segundos aquellas sensaciones se iban acabando. Comencé a sentir dolor en cada musculo de todo mi cuerpo, desde las piernas hasta un dolor punzante en la cabeza. Y también mi vista se agudizó, entendí que la luz blanca segadora venía de unas ampolletas extremadamente potentes que se hallaban sobre mi cabeza.

Abrí la boca y sentí la garganta como si el mismo desierto del Sahara estuviera allí dentro. Gemí del dolor al intentar sentarme en la cama que estaba acostada.

De repente alguien se asomó por sobre mi cabeza, tapando la luz. Lo agradecí mentalmente.

–¿Kennedy? –Habló una voz femenina, bastante familiar– ¡Oh por Dios! ¡Está despierta! Oliver llama a una enfermera, se despertó.

Entrecerré los ojos y puse una mueca al sentir dolor al moverme nuevamente, pero ahora era un poco más soportable.

–¿Mamá? –susurré y casi no reconocí mi voz.

Sentí como la mano de mi madre me acariciaba el cabello y vi sus ojos aguarse.

–Estoy aquí cariño –habló con suavidad–, estoy aquí.

–¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?

Necesitaba beber algo, la desesperación era demasiado grande. Me sentía verdaderamente seca.

Mi madre se separó de mi lado y ocupó su lugar una mujer más joven, quizás unos veintitantos años.

–¿Cómo te encuentras Kennedy? –preguntó amablemente.

Fruncí las cejas y miré su vestimenta. Era una enfermera, de eso no había duda.

Tenía el cabello castaño escuro atado en un moño apretado atrás de la cabeza, también eran visibles varios lunares en su rostro, iba vestida con un traje celeste y parecía concentrada.

–¿Por qué estoy en el hospital?

No sé si no me había escuchado o si me estaba ignorando, pero no tomó en cuenta mi pregunta hasta haber terminado de revisar unas cosas en una computadora que se encontraba a mi lado.

Ahora podía ver muchísimo mejor, la luz ya no me cegaba tanto, aunque no dejaba de ser molesta.

Mi madre estaba abrazada con mi padre a unos metros lejos de mi camilla. Me extrañó verlos tan juntos. Se suponía que ellos estaban separados, la gente separada no se comportaba de aquella manera. Por lo menos ellos no. Yo recordaba cada una de sus discusiones y no creo que dos personas después de tanto puedan abrazarse así como si nada.

–Tuviste un accidente de auto. –explicó la enfermera dirigiendo su mirada hacia mí. Puso una pequeña sonrisa– ¿Lo recuerdas?

Negué con la cabeza levemente. ¿Un accidente de auto? ¿Cómo? ¿Iba con mis padres? Al parecer no, ellos estaban en perfecto estado. ¿Quién podría haber estado conduciendo? No recuerdo a nadie con quien podría haber ido en el auto. No recuerdo nada.

–¿Sabes qué día es hoy? –Preguntó ladeando su cabeza– ¿O quizás el año?

No entendía sus preguntas. Lo único que quería era saber cómo es que había tenido un accidente de auto.

ForgottenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora