13| Regreso a Londres

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Cuando la joven abrió la puerta de su casa tras haber estado cuatro días fuera, se encontró ante un silencio sepulcral

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Cuando la joven abrió la puerta de su casa tras haber estado cuatro días fuera, se encontró ante un silencio sepulcral. Vaciló unos instantes antes de entrar, puesto que nadie había respondido a su saludo. Miró la hora: era pronto todavía, quizá aún estaban durmiendo. No tardaría en ser la hora a la que solían levantarse: Richard debía acudir al trabajo pronto y Barbara comenzaría con su rutina.

Quería saludarles. Necesitaba un abrazo de sus padres y olvidarse por un momento de lo que sucedió la última noche en el viaje. No dejaba de darle vueltas, le había afectado tanto que estaba dispuesta a ignorar las cuestiones absurdas sobre Bruce y diversos aspectos superficiales que le haría su madre.

Dejó las maletas en la entrada y se sentó en el sofá por un segundo. Dudó en si proseguir en el asiento aguardando alguna señal de seres vivos. Bostezó. Casi no había dormido en el avión. Aquel viaje de regreso lo hizo en su totalidad al lado de Shirley.

Finalmente decidió echarse un rato en la cama, olvidándose por completo de las maletas que había dejado tras ella en la entrada. Pasó la puerta del cuarto de su hermano y consideró una idea magnifica entrar a saludarle. Permanecía plácidamente dormido, con una pierna fuera de la cama y terriblemente tapado. Fue a despertarle de un susto; echaba de menos las reacciones exageradas de Benjamin. Pero recordó que no era buena idea espabilar al generador de gritos, por lo que abandonó toda apetecible idea de fastidiar a su prójimo y puso rumbo a su habitación, dejándose caer como de un modo cadavérico sobre el suave y mullido colchón.

Sebastian fue a recoger a Bruce al aeropuerto y condujo el Rolls-Royce Phantom hasta llegar a la puerta de su casa

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Sebastian fue a recoger a Bruce al aeropuerto y condujo el Rolls-Royce Phantom hasta llegar a la puerta de su casa. El muchacho apenas habló durante el trayecto y solo abrió la boca cuando salió del coche.

—Muchas gracias por venir a buscarme. —Sacó las llaves apresuradamente para entrar en su gigantesco hogar.

El señor delineó una sonrisa suspicaz al escuchar aquel agradecimiento aparentemente normal. Un año atrás, no era capaz de pronunciar aquellas palabras, ahora las decía como si siempre hubieran figurado en su vocabulario diario.

Bruce apenas se acercó a las escaleras que dirigían a su habitación cuando la figura recta y severa de su padre entró en su campo visual.

—¿Qué haces aquí? —inquirió el pelirrojo en tono hostil.

La risa del ángelWhere stories live. Discover now