10| El viaje [Jared]

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—¿Estás bien? Tienes mala cara

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—¿Estás bien? Tienes mala cara. —Quiso saber, intranquilo.

—Sí, no te preocupes. No es nada. —Se rascó la frente—. ¿Qué haces aquí?

Le mostró su teléfono.

—Estaba esto en la mesa en la que estabais sentados esta tarde. Supuse que era de alguno de vosotros.

—De hecho, es mío. —Extendió la mano para cogerlo. Lo miró directamente a los ojos y preguntó—: ¿Has venido sólo para traerlo a estas horas? No tendrías que haberte molestado.

Jared se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se encogió de hombros.

—Sí, bueno, no era molestia porque pensaba dejarlo en recepción. Aunque parece que es mi día de suerte porque te he visto. —Su expresión era afable y la sonrisa calmada que delineaban sus labios lograba transmitirle una sensación de sosiego bastante agradable

En aquel instante, recordó los comentarios que le hicieron sus amigos hacía apenas unas horas atrás y un rubor llegó a sus pómulos sin poder evitarlo. Se preguntaba si las suposiciones de éstos serían ciertas y pronto esfumaba esos pensamientos diciéndose que simplemente estaba siendo amable. Tampoco descartaba la opción de que le estuviera tomando el pelo. No sería nada disparatado teniendo en cuenta su historial.

Mientras todas estas ideas surcaban su cabeza como estrellas en una galaxia, se tocaba las manos levemente alterada. No esperaba estar hablando con aquel chico a esas horas y en aquel lugar.

—No me apetece bromear —contestó fatigada, gestionando sus pensamientos del mejor modo posible.

—No estaba bromeaba —replicó algo más serio, pero sin perder la simpatía que lo caracterizaba–. Dime una cosa, si tienes tiempo libre mañana... ¿Te apetece salir un rato conmigo?

Spencer, cuyo primer impulso fue rechazar aquella petición, revivió en sus recuerdos el suceso que había presenciado escasos minutos atrás y decidió aceptar. Se decía que no tenía por qué ser algo a lo que darle muchas vueltas. No tenía que suceder ningún acontecimiento en especial. Aunque en el fondo sabía que era la primera cita que tendría después de Bruce.

Otra razón por la que sabía que no debía decir que no era que, pese a no le gustara admitirlo, sería una respuesta infundada por el pelirrojo. Por más que lo deseara, no conseguía que se fuera de su cabeza.

—De acuerdo. Pero, ¿no eres un poco mayor para invitar a chicas de 18 años a salir? –cuestionó punzante, reflejando en su rostro una sonrisa burlona.

—Tú me llamas la atención —manifestó alegremente—. Y tengo 21, tampoco soy tan mayor. Además, te puedes fiar de mí. Y si no estás segura, me puedes decir que no y no pasa absolutamente nada. Me parecerá igual de bien.

—Solo intentaba bromear. ¿A qué hora y dónde?

 ¿A qué hora y dónde?

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La risa del ángelWhere stories live. Discover now