11| El viaje [Barrio Vintage]

40.8K 4.3K 567
                                    

Ni las jarras de zumo de naranja, ni la variedad de panes a elegir, ni los quesos, embutidos, mantequillas, aceites o tés

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ni las jarras de zumo de naranja, ni la variedad de panes a elegir, ni los quesos, embutidos, mantequillas, aceites o tés. Ni si quiera los batidos de mango o el aguacate. Nada de aquel apetecible desayuno a elegir, que había sido motivo de una positividad mañanera los dos días anteriores, era capaz de poner de buen humor a Spencer aquel día.

—¿Qué ha pasado ahora? —inquirió Dalia al fin, que llevaba un rato dudando en si preguntar a su amiga o no, mientras seleccionaban qué iban a llevarse al estómago aquella mañana.

—Nada. —La rotundidad de su respuesta conforme colocaba una rebanada de pan con frutos secos en su plato no era más que una mentira.

Su amiga le dedicó una mirada de soslayo dejando escapar un resoplo incrédulo.

—¿Cómo fue ayer con ese chico? —Lanzó una nueva pregunta esperando recibir una respuesta válida en aquella ocasión.

Spencer fijó su vista en la rubia antes de emitir una sentencia.

—Demasiado bien. —Fue acudir a su mente la amabilidad de Jared y recuperar un apetito de vikingo—. En serio, es majísimo, tiene conversación y te ríes con él —recitó aquellas tres cualidades con un brillo en sus retinas. Acto seguido pensó en Bruce y añadió—: Te ríes con él, no de él.

—Menudo partidazo. Un surfista de los de las películas de Hollywood —dijo volteándose para buscar a Parker en aquel comedor y experimentó un leve pinchazo en el pecho al encontrarlo.

Se juntaron con el moreno para desayunar y estuvieron conversando con más detalle acerca del encuentro que tuvo Spencer la noche anterior.

Bruce permanecía bebiendo su taza de café en silencio, observándolos y sintiéndose profundamente abatido. Cada vez tenía menos confianza en su modo de actuar. Él quería alejarse de ella. Necesitaba hacerlo, pero cada vez que la encontraba, toda información que recibía su cerebro era contraria a la que quería emitir y solo sentía impulsos de tocarla, de besarla y, joder, de no soltarla nunca. Y todos aquellos esfuerzos por reprimirse le estaban consumiendo poco a poco, provocando que su estado de ánimo no fuera nada positivo en ninguno de los aspectos posibles.

—Esta noche es la fiesta en la playa —anunció Parker removiendo su café con leche.

–¿Qué fiesta? –preguntó Spencer.

–Al parecer han alquilado un equipo de sonido para montarlo en la playa esta noche, cerca del hotel –informó Dalia–. Lo han organizado los estudiantes del Richroses. Van a comprar bebida común y todo eso.

—¿Quieres decir un botellón[1]? —curioseó, pues se le hacía extremadamente extraño que toda aquella aglomeración de niños ricos también hiciera botellón. Y, además, organizar una fiesta con equipo de sonido tan rápido.

—Supongo que es algo así. Pero da igual eso, vamos a ir a pasarlo bien entre nosotros y ya está —manifestó Thomas bastante animado.

De aquel modo, el día transcurrió de un modo casual. Shirley insistió en que la acompañaran de compras por el corazón de Waikiki, según ella quería "tarde de chicas", algo que a Spencer siempre le ha conferido cierto repelús. No le agradaban los encasillamientos. Pero bueno, si a Jones le hacía ilusión, nadie se iba a morir.

La risa del ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora