Capítulo 20

308 14 3
                                    

Era viernes y había terminado la primera tanda de los finales. Solo me quedaba Física y Matemáticas, pero no tenía ningunas ganas de ponerme a estudiar. Además, Kobalsky me había invitado al ensayo. Después de perderme el concierto, me apetecía muchísimo oírlos tocar. Aún quedaba algo de tiempo, así que decidí poner música y hacerme las uñas. Estaba concentrada en no pintarme los nudillos (con mi torpeza habitual, siempre me salgo y tengo que arreglarlo con un bastoncito), cuando Harry entró por la puerta de la terraza, atravesando las cortinas.

—¡Qué susto me has dado! —acerté a decir dando un respingo.

—Perdona, es que estaba dando golpecitos en el cristal pero no me oías... No te molesto, que veo que estás ocupada. Solo venía a avisarte de que no hay ensayo. A Kobalsky le ha surgido no sé qué movida. Te ha llamado varias veces, pero no le coges el teléfono.

Comprobé que, efectivamente, se me había olvidado activar el sonido del móvil después de clase. Al verme reflejada en el espejo, me di cuenta de la imagen que le estaba mostrando: sentada en la cama, el pelo todo enmarañado, los pies apoyados en una silla y esas ridículas esponjitas de colores para separar los dedos. Genial, Alexia.

—No estoy ocupada —respondí mientras me quitaba con la mayor celeridad aquellas cosas de mis pies. Otra vez me había quedado sin plan para el viernes. Laura curraba en la tienda y Gaby se iba con Liam a no sé qué asamblea ecologista.

El móvil de Harry comenzó a sonar. La sintonía de su teléfono era un solo de percusión alucinante.

—Lo que suena es Kobalsky a la batería —sonrió al ver mi cara de asombro—. ¿Ves como hay vida más allá de James Blunt?

No salió de la habitación, pero hablaba tan bajito que no podía entender nada de lo que decía. Aproveché para recoger los esmaltes y todos los bártulos de la pedicura y me calcé.

—Era mi tío Rubén —se sentó en el borde de la cama—. Quiere que vaya a su casa. ¡Qué pereza!

—¿Dónde vive?

—En el centro, en Chueca —resopló.

—No vayas —sugerí. Ojalá se quedara. La posibilidad de pasar la tarde del viernes sola con él se me hacía de lo más tentador.

—Tengo que hacerlo. Parece importante...

Nos quedamos en silencio. ¿Estaría esperando a que dijera que le acompañaba? Lo llevaba claro si pensaba que iba a autoinvitarme a casa de su tío. Me entretuve mirando el móvil para no responder.

—Si no tienes nada que hacer —dijo por fin—, ¿por qué no te vienes conmigo?

—¿A casa de tu tío? —intenté simular extrañeza, aunque en realidad estaba más feliz que un regaliz.

—No pasa nada —se encogió de hombros—. Solo será un momento.

—Vale, te acompaño —sabía que no tenía sentido estar tan contenta, porque ni mucho menos era lo que se dice «un planazo», pero no podía evitarlo.

Tras pasar casi veinte minutos dando vueltas por Chueca, logramos aparcar cerca de la plaza. Siempre me llamaba la atención lo animadísimo del barrio, daba igual el momento en el que fueras.

Además, me encantaban las tiendas. Harry caminaba unos pasos delante de mí y, mientras bajábamos por Augusto Figueroa, estuve a punto de perderle entre la gente por parar a ver los escaparates de zapatos. ¡Había algunos tan bonitos! Pero me di cuenta de que mirar botines no entraba en sus planes. Me acordé de cuando mi madre se empeñaba en que mi padre le acompañara de compras y acababan discutiendo y él esperando en el coche. Definitivamente, los hombres no estaban diseñados para ese tipo de actividades.

Pero a tu lado │Harry Styles│Where stories live. Discover now