Capítulo 7

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La rutina se fue asentando en nuestras vidas con tanta rapidez que, a pesar de que solo estábamos a finales de septiembre y llevábamos poco más de una semana de clases, parecía que hubiera pasado una eternidad desde las vacaciones de verano. Los profesores se habían tomado muy en serio lo de las pruebas de acceso a la universidad y, desde el segundo día, nos mandaban una gran cantidad de tareas para casa: problemas de Matemáticas, de Física, de Dibujo, oraciones para analizar... No daba abasto. Todos los días tenía que echar pronto a Gabriela después de comer para ponerme con los deberes. Pero por fin era viernes. Además, el lunes siguiente no había clase porque era san Miguel, el día grande de las fiestas. Por suerte,los profes no nos habían mandado mucho para estudiar ese largo fin de semana. Estaba nerviosa, pero no por las fiestas, sino por Zayn. No lo había visto desde que volvimos del pueblo de Laura, y de eso hacía ya más de un mes. Había sido difícil no coincidir y más aún que Laura no se percatara de que los evitaba, pero gracias a Gabriela lo había logrado. Pese a ello, seguía sintiendo algo muy fuerte por él y me daba miedo que esa noche volvieran a desatarse todos esos sentimientos. Siempre que Gabriela y yo llegábamos a casa del instituto al mediodía, nos cruzábamos con algún repartidor de comida a domicilio que iba o venía de casa de Harry, y ese día no fue una excepción. Seguía sin saber mucho de mi nuevo vecino, salvo que no le gustaba (o no sabía) cocinar y vivía prácticamente solo. No había vuelto a ver por allí a aquel señor mayor. Además, su coche nunca estaba en el garaje. Tampoco a Harry le veía mucho por el instituto porque, según me habían contado Gabriela y Laura, solo tenía Inglés y Lengua.

—¿Sabes? —me dijo Gabriela mientras subíamos en el ascensor—. A la Miss le mola Harry.

—¡Ja! ¡Qué dices! Si le saca quince años como poco...

—¿Y?

—Pues que no puede ser. Si la Miss fuera un profesor y Harry una alumna, estaríamos echando pestes...

—Tía, a veces creo que vienes de otra galaxia —replicó con incredulidad—. ¿Qué tendrá que ver? Es evidente que le mola. Laura también lo piensa. Se nota mogollón...

—¿Sí? ¿En qué, a ver?

—Pues en todo. Tenías que ver cómo coquetea con él. Cada vez que le pregunta algo, le pone una sonrisa de oreja a oreja. ¡Y ya sabes lo borde que es ella con todo el mundo!

—Dímelo a mí. Me tiene frita con la dichosa Lengua. ¿Y él?

—Él se deja querer. No es que le diga ni haga nada, pero le devuelve la sonrisa y esas cosas.

—Me parece fatal, qué quieres que te diga.

—Un tío bueno es un tío bueno, Álex. ¿O crees que cuando tengas cuarenta no te van a molar los de veinte? Son más ágiles, más fogosos... Piensa en mi padre o en tu padrastro. Nada que ver, ¿no crees?

—¡Uff, no me gusta nada! Se lo dejo todito para ella. No lo podía creer. No podía creer que no hubiera oído el ding- dong que anunciaba nuestra llegada, que la puerta del ascensor se hubiera abierto sin yo percatarme y que Harry estuviera allí, en el descansillo, escuchando lo que acababa de decir, y que una enorme sonrisa llenara su cara.

—Ejem... Hola —su expresión no dejaba lugar a dudas: me había oído perfectamente, al menos, el último comentario. Nos miraba con una sonrisa burlona que encendía cada vez más mi cara.

«Serénate —pensé para mí—, no puede saber si lo he dicho yo o Gabriela».

—No hagas caso a mi amiga —le espetó ella, por si aún le quedaba alguna duda—, los tíos como tú tienen que estar con chicas de su edad. Con la escasez de hombres guapos que hay, si ahora encima tenemos que competir por vosotros con nuestras madres... apañadas estamos.Quería matarla. Empezaría cortándole la lengua para que no pudiera decir ni una sola idiotez más en su vida. Sentía que mis mejillas ardían y me hubiera gustado que se abriera una enorme zanja bajo mis pies para poder derretirme en el núcleo terrestre. Él no respondió. Solo sonreía divertido.

Pero a tu lado │Harry Styles│Where stories live. Discover now