LÁGRIMAS EN EL CIELO

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— ¿Qué hay de papá? —pregunta Nereida sin dejar de mirarla —. Si él llega a la casa y ve adentro a Denise, se va a poner agresivo. ¿Volveremos al inicio?

—Eso no va a pasar —veo que pasa saliva con dificultad —. Porque si no le parece que nuestra hija esté en la casa, que se vaya buscando otra —mi mirada se encuentra con la de Nereida. Las dos tenemos sentimientos de duda. Ver para creer, dirían algunos. Puedo negarme, decirle que dé ni loca vuelvo a ese lugar. Pero es que ese es uno de los motivos por el cual regresé. Para hablar con ellos, o por lo menos con ella.

—Está bien mamá, iré —me armo de valor para tomar una de sus manos —. Tienes derecho a contar tu historia. Y esta platica nos la debemos desde hace mucho tiempo —aprieto su mano con fuerza —, pero por favor, no vuelvas a dejarme sola si las cosas con papá se ponen horribles. No vuelvas a darme la espalda cuando más lo necesite —y es aquí cuando aparecen los miedos de una niña chiquita en el cuerpo de lo que se supone es una mujer adulta.

Y es ahí cuando me armo de valor para acercarme a mi madre y abrazarla como hace tiempo no lo hacía. Ella de inmediato me acuna entre sus brazos, mientras veo como sus lágrimas caen sin parar, al igual que yo. Me impregno de su perfume, me grabo en la memoria tu tacto suave. Si es cierto lo que las novelas dicen —o lo que dice Evangeline que dicen —. Después de esta tormenta finalmente llegará la calma.

—Te dije que era mejor no planear esas cosas —escucho que comenta Nereida. Me separo de mi madre para voltear a mirar a mis hermanas.

— ¿Ustedes planearon este encuentro? —les pregunto cruzándome de brazos.

—No necesariamente...

—Me las encontré peleando más atrás, Nínive guardaba el teléfono como si de un tesoro se tratase —miro de reojo a mi hermana pequeña al escuchar a mi madre decir eso —. Les pregunté qué era lo que se traían, y Nereida me dijo que tú les habías llamado y que iban a ir a verte —por lo visto le escondieron a Daniel en esta ecuación. Un paso a la vez, supongo —. ¿Nos vamos a la casa? —de inmediato volteo a ver a Gael, ya que en nuestros planes no estaba el donde nos íbamos a hospedar.

—Tranquila morena —se apresura a hablar Ian antes que yo —. Gael se puede quedar en mi casa, ya que nos hemos hechos cuates —le da un golpe por la espalda, mientras mi novio sonríe a medias. Por lo visto mi amigo tiene mano pesada —, ¿o que dices mi amigo?

—No hay problema —tomo la mano de Gael para alejarnos un poco y hablar en privado —. Este momento es para el cual llevas demasiado tiempo preparándote. Es tu familia, tienes derecho a pasar tiempo con ella —pega su frente a la mía —. Pero para cualquier cosa, solo llámame.

—Te necesitaré a todas horas —paso saliva con dificultad al pensar en mi padre —. Sobre todo cuando él ponga un pie dentro de la casa.

—Eres más fuerte de lo que piensas. Todo lo somos en algún momento —me acerco a él para besarlo, pero él se retira —. Tu madre nos está viendo, por lo que no creo que sea una buena idea.

—Con tu cabello sirviéndonos como cortina no habrá problema —una risa ronca brota de sus labios antes de inclinarse para besar lentamente mis labios, los cuales los reciben con hambre y temor.

— ¡Tórtola! —cierro los ojos al escuchar la voz de Nereida a mis espaldas —. No tenemos todo el día, así que apúrate.

—Suerte con Ian —le digo dándole un beso en su mejilla a modo de despedida mientras me dirijo a donde se encuentra mi familia. El guiña un ojo antes de irse caminando junto con Ian, mientras que yo cuento hasta diez para encaminarme junto a ellas a mi vieja casa.

La única excepciónWhere stories live. Discover now