—No recordaba que fueras tan cursi, Shiroyama —obvié el tema, el otro soltó un suspiro de alivio—. Y, ¿qué se supone que hagamos? Nadie sabe que están vivos, ¿recuerdan? ¿Simplemente piensas llegar subido en un auto, listo para correr?

Aoi no debió tomarlo tan literal.

Ahí estábamos a bordo de un Lamborghini esperando a que la carrera diera comienzo, me temblaban las rodillas de solo estar en el asiento del copiloto, ese recuerdo de atravesar la pared reproduciéndose en mi mente una y otra vez. Y había algo de lo que estaba muy seguro, Aoi era peor de psicópata a bordo de un auto que Kyo.

Supimos a dónde ir porque Sakito me dijo con la esperanza de que me presentara, tuve que decirle que ni loco iría, aunque él no sabía que en realidad me encontraba ahí vestido de la manera más ridícula que encontramos para poder pasar inadvertidos, al menos yo quien vestía un abrigo de piel sintética de zorro con el que podría estarme muriendo de calor si no hubiera sido porque elegí no ponerme camisa, sólo el pantalón negro y dos cadenas alrededor del cuello, con lentes de sol que aunque fuera de noche a nadie parecía importarle.

Sintiéndome completamente estúpido y para bien de todos mis amigos me di a la tarea de averiguar cómo meter a Aoi a la carrera, según su brillante idea, podría correr aún después de tantos años y yo dudaba que lo lograra. Pero lo logré, lo inscribí como Gazette9 sin que nadie supiera, pagué la cuota y volví a entrar al Lambo donde Aoi tamborileaba los dedos sobre el volante y tarareaba una canción.

—¿Nervioso? —le pregunté enfocando mi vista en Uruha quien estaba recargado en la moto, habíamos acordado que él se quedara afuera en caso de haber problemas.

Aoi negó soltando un risita—. Nervioso no es la palabra que usaría —contestó, esperé a que continuara—. Estoy malditamente ansioso de que empiece —dijo emocionado.

—Eres un enfermo —le dije negando.

Aoi sonrió y me guiñó el ojo mirando por el retrovisor. Su semblante cambió de inmediato, por las pocas luces que alcanzaban a iluminarlo pude notar que estaba más pálido de lo normal; miré hacia donde se dirigía su mirada y vi a Reita caminando entre la gente.

—Más difícil que correr un auto, es enfrentar el pasado —dijo Aoi con seriedad.

—¿Sabes que ellos no te juzgarían, verdad? —quise reafirmarle.

Negó fijando de nuevo su mirada hacia el frente.

—¿Por qué no me juzgarían? ¿Por fingir mi muerte o amar a mi hermano? —preguntó amargamente.

—Por nada —contesté sin dudar—. Ya es un puto milagro que estés vivo, lo demás creo que no importa.

Chasqueó la lengua.

—Ese es el chico al que hay que vencer —dijo finalmente señalando con la cabeza a un chico castaño que se acercaba a un BMW.

—¿Cómo sabes eso? No te has bajado —lo miré como si hubiera perdido la razón.

—La forma en la que camina, se siente el rey del mundo —prendió el auto y yo contuve el aliento, la carrera empezaría en poco tiempo—. Sólo que, el rey verdadero ha vuelto —sonrió.

No era contra las reglas que el piloto corriera con un copiloto, pero no era común generalmente porque todos buscaban que el auto fuera más ligero. Ni loco subiría a alguien conmigo al hacer drift, lo había hecho muchas veces con Sakito mientras le enseñaba, pero en una carrera, jamás. Recordé esas ocasiones en que mi pareja se había subido conmigo a ese olvidado Mustang, como sonreía mientras subía el freno de mano y como sus ojos brillaban al derrapar sobre el pavimento, de alguna forma me sentía más vivo.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora