Capítulo XXV

1.3M 109K 244K
                                    

XXV - DECISIÓN

El viaje hacia la comisaría es ridículamente largo. O eso me parece. Yo me muerdo las uñas, mirando por la ventanilla. Mi cerebro está como entumecido. Es como si los demás, que hablan a toda velocidad, no existieran. Solo puedo ver la sonrisa petulante —y asquerosamente ensangrentada— de Brent cuando me he girado después de que detuvieran a Jared.

Esto no es justo. No lo es.

En cuanto la limusina se detiene, soy la primera en bajar a toda velocidad, yendo hacia Cris, que se ha acercado antes con un taxi. Ella está hablando por el móvil. Parece alterada. Pero cuelga en cuanto nos ve llegar. Yo siento que Lexi va cerca de mí, pero ahora mismo ni siquiera soy consciente de que existe. Me detengo delante de Cris con el corazón latiéndome a toda velocidad.

—¿Y bien? —pregunto con urgencia.

—No me dejan verlo —suspira.

Cierro los ojos y momento y trago saliva. No sé si eso es bueno o malo. No sé nada de todo esto. Nunca me había encontrado en la situación de que arrestaran a alguien de mi alrededor. Y estoy aterrada. Sigo sin creerme que esté pasando. 

Ally aparece a mi lado.

—¿No podemos verlo? ¿Y quién demonios dice eso? ¡Deberíamos poder, es nuestro amigo!

—Solo puede entrar la familia —aclara Cris—. Ninguno de nosotros somos su familia.

—¿Y has avisado a Cassie? ¿O a su madre?

—A ambas. Están de camino. Al menos, ha pasado cerca y no tardarán mucho... deberían estar aquí en cuestión de dos horas.

—¿Dos horas? —repito, incrédula—. ¿No... no vamos a poder hacer nada en dos horas?

—Brooke —Cris me mira—, lo más probable es que no podamos hacer nada en toda la noche.

—¿T-toda...? —ni siquiera puedo terminar.

Tengo ganas de vomitar. O de llorar. Me aparto de ellos, que siguen hablando a toda velocidad, y me paso las manos por la cara. Necesito hacer algo. Estar aquí de pie, esperando, es lo peor de todo.

Estoy a punto de ir a la maldita comisaría a gritar a alguien —a quien sea— cuando Lexi se acerca a mí y me pone una mano en el hombro.

—Tener que esperar un poco más no tiene por qué ser necesariamente malo —me asegura en voz baja—. Seguro que mañana todo vuelve a la normalidad.

—¿A la normalidad? ¿A qué normalidad? —estoy a punto reírme con amargura, pero solo niego con la cabeza y suspiro—. Podría haber parado todo esto, ¿sabes? Yo estaba con él.

—Oye —frunce el ceño—, nada de esto ha sido por tu culpa, Brooke. 

—Solo tenía que apartar a esos idiotas y llevármelo de ahí. Y Jared no estaría ahí dentro.

—Jed es mayorcito, sabía lo que hacía. Y... bueno, estoy segura de que ese imbécil se merecía esos puñetazos.

—No es eso, Lexi.

—¿Y qué es?

Claro que ella no entiende la gravedad de la situación. No sabe nada de Jared. Ni de su enfermedad, ni de su expediente. Miro de reojo al grupo, que sigue reunido a unos metros, ignorándonos, y vuelvo la vista hacia ella. Parece intrigada.

—¿Qué? —insiste, curiosa.

¿Puedo contárselo? Es decir, es la persona en la que más confío en el mundo, pero... no. No es mi secreto. Es el de Jared. Agacho la mirada. Solo le puedo contar una parte.

La última notaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora