— ¿Y se puede saber cuál es? —le pregunto con curiosidad.

— ¿El cementerio? —quedo sin palabras ante tal pregunta —. ¿Tengo algo en el rostro? —he de haber gesticulado mucho para que me haga esa pregunta.

— ¿Cómo por qué quieres ir a un panteón?

— ¿No quieres visitar a tu abuelo? —miro hacia otro lado mientras reflexiono sobre su pregunta. Mi viejo. Sería la primera vez que visitaría su tumba —. Ya estamos aquí, ¿Qué tenemos que perder?

—Con una condición —le sonrío —. Primero hay que ir a comer una monstruosa hamburguesa de las que hace uno de mis mejores amigos —sirve que de pasada le hago una visita.

—Hecho —me pongo de pie y le ofrezco una mano para ayudarla.

—Gracias, Denise —me atrevo a decirle. No le digo nada más, porque sé que ella lo ha comprendido.

El agradecimiento se lo doy por acompañarme aquí, por distraerme, por llevarme con mi abuelo. Por enamorarme de ella cada vez más.

**

12 de mayo de 2018.

Maldigo entre dientes al ver que acabo de derramar —otra vez —el vodka por toda la barra. De inmediato busco un trapo para limpiar el incidente antes de que el jefe se dé cuenta y me lo vaya a cargar a mi cuenta.

No he podido pensar con claridad desde que vi a Denise cantar en la madrugada de ayer. Son cosas poco comunes en ella, ya que solo lo suele hacer cuando trae un problema en la cabeza. Espero y no sea nada grave. Y que no se trate del cabrón de Said, no me gustaría que le volviera a hacer daño.

—Adara —le hablo a la pelinegra, quien sigue empeñada en aplicarme la ley del hielo —. ¿En serio vas a seguir enojada por lo mismo?

—Fuiste al pueblo, Gael —replica con molestia sin mirarme a la cara —. Y fuiste a las hamburguesas de Tony, y no me trajiste una —bufo con molestia al escucharla decir eso —. ¿Y todavía crees que no tengo motivos para estar enojada?

—Como me gusta la comprensión que tienes hacia mí en estas dos semanas —le arrojo el trapo con el que estaba limpiando el licor —. Me topé con Florencia y mi madre. Denise fue más comprensiva que tú. Y eso que estamos hablando de tu hermana.

— ¿Y a mí que chingados me va a preocupar que hayas visto a Florencia? —voltea a mirarme con una sonrisa cínica en los labios —. Que yo sepa, ella ya no te importa —esta cabrona sí que sabe cómo regresarlas —. Y lo cierto es que no le tomé importancia. Te sueles idiotizar mucho más cuando hablas de Denise.

—Si quieres poner las cartas sobre la mesa, también puedo decir que no se te antojaba la hamburguesa, se te antojaba Tony, que es algo muy distinto —un chillido escapa de sus labios —. ¿Pensabas que se me pasaba por alto cuando lo veías de pequeña? Tu sí que estabas idiotizada por él.

—Qué te valga, cabrón —exclama con molestia al ver que descubrí su secreto, o mejor dicho, que revelé su secreto.

—Adara, él tiene mi edad. Es un poco mayor para ti, ¿no te parece?

—Gael —imita mi tono de voz —. Él es solo un platónico, ¿has escuchado hablar de eso? —me da unas palmadas en la mejilla —. Es igual que cuando mi madre se refiere a Chayanne como si fuera mi padre, o por su fanatismo por la voz de Frank Moro[1]. Decía que con solo escuchar su voz se le bajaban las bragas —arqueo una ceja —. Bueno, obviamente no lo decía con esas palabras —huele el trapo que le arroje —. ¿Se puede saber que traes tú? Es la cuarta vez que derramas el licor.

La única excepciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora