Capítulo 21 (Pagar por tu error)

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Aparqué el carro, luego me quedé unos minutos fuera esperando que Alexis entrara al colegio para no tener que verlo ni dirigirle la palabra. Hasta verlo dolía.

Tantos años a la basura, tantos secretos olvidados...

¿Por qué me hacía esto? Me veo como una estúpida aquí plantada en un carro con el corazón partido, con un pie en el pasado. Respiré hondo para calmarme.

Salí del auto cuando me aseguré que había entrado él y sus amigos. Me dirigí al aula en cuanto pude, pero sentí un jalón en mi brazo, aunque no fuera fuerte.

De pronto me encontraba en un aula con todas las sillas dispersas, estaba vacío y oscuro, todas las ventanas estaban cerradas y con unas cortinas que no permitían ni la más mínima luz.

Empecé a crearme la imagen del chico de rulos y sentí que me empezaba a faltar el aire.

Di un paso hacia atrás por inercia y respiraba con dificultad.

—Aléjate, si me haces algo llamo a...

—Lo siento —ese era Alexis.

Mi cuerpo se quedó paralizado al escuchar su voz.

Por muy estúpido que suene, mi cerebro calculaba su voz como la primera vez que me hablaba directamente a mí.

Tragué disimuladamente y giré mi rostro buscando la manilla de la puerta.

—Tienes que escucharme.

—Apártate &solté aquellas palabras con frialdad.

—Te amo, nunca te haría daño intencionalmente.

Negué lentamente como si intentara entender qué diablos fue lo que dijo.

—No estoy para esto, permiso —intenté abrirla, pero no podía —¿Donde está?

Él tenía la llave.

—No te vas hasta que no me escuches...

—No, escúchame tú a mí —no podía ver bien su rostro, la única luz que entraba era por una diminuta ventana en la puerta —te vas a alejar de mí lo más que puedas, esperaba que después de todo, de caer tan bajo, no esperaras nada de mí.

Hubo un pequeño silencio antes de que se dignara a decir palabra alguna.

—Sé que la cagué, sé que te herí de una manera que no tiene perdón. No estoy aquí para que me perdones, estoy aquí para que me escuches.

—Paso de ti —expulsé con rabia.

—Sigues siendo la misma Eve, aquella chica diva que le encanta las joyas, estar con sus amigas —sentí que en ese preciso momento me miraba —la que me sostuvo por varios años... —sentí aquellas palabras como un balde de agua fría —y necesito aunque sea por última vez que me escuches.

Me quedé muda. Mis sentimientos estaban amenazando por envolverme, pero no quería, no debía.

Me sentí completamente perdida. Una oleada de recuerdos me golpearon abruptamente y sentí ganas de llorar por el dolor que me provocaba.

Él interpretó mi silencio como una puerta para entrar.

—El día que quise recuperarte, no tenía idea de como hacerlo, solo sabía que quería. No soy bueno en letras, y sé que a ti no es que te apasione leer, pero te encantan esos detalles. Te quería de regreso -su tono fue ahogado, como si estuviera reviviendo aquella agonía—. Busqué su ayuda, porque era el único que conocía de nombre. Al principio se negó rotundamente, pero luego de que lo amenazara con que destruiría su carrera, accedió. Sé que fui un idiota, no me lo tienes que decir. Esa es mi manera de ser, es duro cambiar, y sabes que lo intenté, por ti. Tú me hacías querer cambiar.

El inesperado clichéWhere stories live. Discover now