Capítulo 21 (Pagar por tu error)

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Ian seguía asustado, pues claro, no entendía qué carajos estaba pasando, yo en su lugar estaría igual, solo que, me asustaría más el saber que volvería a casa.

Evans nos dejó, no sin antes unas palabras excusándose por lo que pasó allí, aunque él no tenía idea alguna.

Ese pequeño dolor dentro del pecho no me había abandonado en ningún momento.

Tengo derecho a molestarme, tengo derecho a alejarme, no tengo que estar dando explicaciones por elegir mi paz mental. Mi prioridad en esos momentos era pasar desapercibida junto al niño.

Subimos en silencio a las habitaciones, todo estaba apagado, así que usé la linterna del celular. Me preguntaba si nadie estaba en casa.

Empecé a imaginarme una vida donde solo tuviera que preocuparme porque me descubrieran alguna travesura. ¿Mi madre alguna vez hubiera tenido la idea de que su esposo sería de esta manera? Lo único que mi madre me dejó fue a él, lo peor que pudo hacer.

Pedía a Dios fortaleza, ya que era lo único que me quedaba.

Llevé a Ian a la cama y me acosté con él, abrazándolo para que pudiera dormir.

Me quedé pensando toda la noche, dándole mil vueltas. No quería ir al colegio, pero tenía una prueba y no podía faltar, además, no quería estar sola para cuando él se enterara que estaba aquí.

Cuando la única cosa que creías verdad, resulta ser una mentira, todo se pone en duda.

¿Cuántas cosas no me habrán ocultado las personas a mi alrededor? Me dolía saber que a pesar de todo, lo había ayudado a tenerme de vuelta, llevándome a donde menos debería estar. Me sentía traicionada ¿Le habrá comentado todas las cosas que hablamos?¿ Los pequeños secretos? Y Como olvidar esa parte de que ahora Alexis sabe de Ian. Se me revolteaba el estómago al recordar eso, ese "pequeño" detalle.

Me sentía completamente jodida.

—Mami —Ian me mira preocupado —¿Estás tliste? —sus ojos me demostraban el remolino de pensamientos que pasaban por su mente. Podría negarlo, decirle que todo estaba bien, pero me engañaría a mí y a él, no tenía más fuerza para mentir.

—Digamos que no estoy del mejor humor, mi vida —le peiné el cabello hacia atrás —pero pronto estaré de maravilla, no te preocupes.

El asintió dudoso.

—Y... —titubeó  —, ¿donde está él?

Me rompía el alma ver como el miedo se adueñaba de él tan solo pensarlo. Lo abracé más fuerte para dejarle saber que estaba ahí, estaba con él.

—A mi lado, todo estará bien —. Entrelazamos nuestras manos.

Nadie podía atreverse a quitármelo, y quien siquiera lo pensara, tendría que morir primero.

La mañana llegó, adueñándose de la habitación con su luz resplandeciente. Los ojos me molestaban, los sentía pequeños o hinchados, no dormí nada.

Me apresuré a preparar todo, intentando hacer el ruido menos posible. Hice la rutina diaria, pero en ningún momento apareció Flavio, gracias al cielo.

Alisté a Ian lo más pronto posible por si él decidía llegar justo en ese momento y luego me dirigí al colegio, pero esta vez, en mi carro.

Traté de tapar con maquillaje las imperfecciones, tratar de difuminar las ojeras, pero no tenía ánimos ni para eso.

Activé la radio y canciones tristes empezaron a sonar. Soy una persona que le encantan estos tipos de letras, y hoy era un buen día para deprimirse. Ya me veía comiendo helado de chocolate con Ian.

El inesperado clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora