Capítulo 18 (Tienes que estar bromeando)

379 46 12
                                    

—Eve, Eve —escuché que susurraban mi nombre —despierta, rubia.

Los abrí con pesadez y lo primero que veo es la hermosa cara de Ashton.

Empiezo a creer que es un sueño y me quedo viéndolo sin hablar.

—Ya tenemos que prepararnos, tienes que ir al colegio —empieza a acariciarme el cabello y me estremezco ante su tacto.

Suelto un sonidito haciéndole entender que lo he escuchado.

—De paso, dejaremos a Ian en su colegio, ¿Lo mandarás hoy?

Asiento y volteo hacia el niño a mi lado.

—Bien, cualquier cosa me llamas —se retiró cerrando la puerta lentamente.

Me siento en la cama unos momentos como si tuviera una crisis existencial, me paso la cara por el rostro para espantar el sueño y empiezo a mover a Ian para levantarlo.

—Ángel, hoy tienes colegio.

—No quelo —dice asueñado.

—No puedo dejárte aquí.

Me da pena levantarlo cada día.

—Ven —lo cargo para dirigirnos al baño y empezar a prepararnos.

Pasó alrededor de una hora, y después de tantas vueltas ya estábamos casi listos, solo faltaba desayunar.

Peiné a Ian antes de salir de la habitación y hice el café con un Evans asueñado sentado.

—Quiero morirme —dijo con molestia.

—¿Qué te pasa ahora? —empecé a servir el café.

—Quiero dormir y que mi vida se haga sola —se recostó de la isla de la cocina.

—Te quedarás dormido si te pones así —le reprocho.

—Sí, madre —responde.

—Seré dueño de una empresa, ellos que trabajen por mí. De lo único que soy propietario es de mi vida al parecer, y es lo más pesado.

—Sí, bueno, básicamente no eres el propietario de tu vida, sino quien la escribe, lamento cortarte la nota —expliqué extendiéndole el café.

—Explícate.

Me recosté del otro lado de la isla.

—Para mí esto es un mundo paralelo, solo haces lo que tu autor quiere que hagas —

—¿Acaso perdiste la cabeza? —se ríe.

—Es mi hipótesis. Básicamente me estás diciendo esto porque el autor quiere, y yo te respondo porque —me encogí de hombros —la misma razón.

Sí, sonaba estúpido, pero era mi ídea.

—Ya, bueno, dile a tu autor que me haga millonario para no tener que trabajar —le dio un sorbo al café.

—¿En cuántas novelas has visto que todo es color de rosa? —me río.

—A ver, ¿Y de qué crees que se trate tu historia?

Me pongo a pensar, recostada de la isla de la cocina.

—Drama, absolutamente —me río.

—¿Y ya? No mames, yo no te leería si fuera solo eso —se ríe.

Asiento.

—¿Nada de romance? ¿Acción? ¿Suspenso?

—Quizás un poco de romance, pero supongo que el libro ya acabó o no sé —suelto un suspiro —o quizás quedé en el limbo, inconclusa, o ni siquiera me han escrito.

El inesperado clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora