CAPÍTULO VIII

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Este capítulo se lo dedico a mi mejor amigo, a mi Onii-chan @HenryAlbertoMoralesA. Te quiero muchísimo, gracias por leerme y apoyarme siempre.

A mis mejores amigas Giselle B y Duglanny R, desde siempre allí soportando mis locuras, las amo un mundo <3


¡Disfruten de mi sorpresa, a leer, mis pequeñas Kast´s!

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“Cree solo la mitad de lo que ves y nada de lo que oyes”—Anónimo.

†††

LEYNA


Estaba afincando mi espalda contra la fría pared de ladrillos grises, algunos llenos de moho y rotos con agujeros, abrazaba mi cuerpo con fuerza y cerraba mis ojos intentando ser invisible o estar en otro lugar, y en el mejor de los casos creer que todo era una pesadilla vívida de mi subconsciente, pero esos puyazos en mi pecho, esa sensación de asfixia y sofoco me cacheteaban y me obligaban a abrir los ojos y enfrentar la fuente de este miedo tan abrumador, el chico de rojo, el cual ahora sé que se llama Dimitri, la víbora más cruel que me había mordido envenenando mi vida, privándome de vivir en la ignorancia, arrancando esa venda de los ojos que me mantenía estable y alimentaba esa fantasía perfecta, que cuidaba de mi amor por Kalet Kast, me gustaría decir que mi amor por él desapareció en un ¡Pufs! , al ver como cortaba la garganta de esa pobre chica, pero estaría mintiendo, sentía que mis sentimientos, no sólo el amor hacía él, se habían apagado, y se encontraban escondidos en alguna parte, siendo tragados por un  mal rojo y negro; la sangre de ese charco, y la oscuridad de sus ojos.

Quería arrancarme la cinta roja, mi pase para conocer al verdugo, mi patada a la tumba, pero no podía, mis manos hormigueaban y apenas podía sentir mis dedos, estaban acalambradas. Las lágrimas seguían bajando por mis mejillas, ya había perdido el control, esta era la realidad, la verdad, sin máscaras, y sin alcohol; nunca una borrachera se me había bajado tan rápido en mi vida.


—Nunca supiste tratar a una dama, Dimitri. Solo fuiste bueno engatusándolas para llevártelas a la cama.  —Reprochó el chico recién llegado, moviendo su cabello hacia a un lado, y una media sonrisa sobre sus labios.

Su voz era…extraña, lenta, profunda pero con sarcasmo y un tono juguetón al final. Era difícil saber cuándo hablaba en serio y cuando no.

—Nunca se quejaron de mí con nadie.

Mostró su blanca sonrisa, y se cruzó de brazos. Levantando una ceja. Aún con esos moretones su cara lucía pulcra y su expresión muy relajada.

—Las matabas después de follartelas ¿Cómo lo dirían?, pero apuesto a que se quejan en las noches, ellas son tus demonios, Dimitri. —Se acercó a él, intimidándolo.

Su mirada se oscureció y sus hombros se tensaron, estaba molesto por escuchar eso.

¿Quién puede ser tan sádico? ¿Qué sucede en este maldito pueblo?

—Ni una sola queja, solo recuerdo sus gemidos y lo bien que se la pasaron en su última noche con vida,  fue el mejor final que pude darles. Y te digo algo ellas no son mis demonios, son ángeles que me cuidan y solo viven en mí.

Mórbido, asqueroso. El gris de sus ojos era chispeante mientras hablaba de esas chicas muertas. Lo disfrutaba, al parecer lo veía como un triunfo personal.

Esa mirada intensa color avellana con destellos chispeantes del mismo, una mirada colorida, pero tan vacía, sin luz solo sombras, y con un remordimiento que la apresaba, el chico apretó sus puños, hilos de sangre seca estaban por sus dedos, al menos lo que esos guantes dejaban ver. Quise levantarme correr hasta caerme, hasta no poder más, pero estaba paralizada por el miedo, mis piernas se rehusaban a reaccionar. ¿Y si me persiguen y me matan por desobedecerlos?, no podía confiar en ninguno de ellos, no podía confiar en nadie, por el amor de Dios, estaba rodeada de víboras venenosas, y lobos carnívoros, ambos con sed de sangre, y demostraba ser el tipo de víctima de uno de ellos, o de ambos ¡Mierda!

Cadena de ángeles rotos, así bautizaron tu caso ¿no? —Preguntó el tal Keith, ni su nombre era convencional. Me imaginé su nombre en un expediente policial, siendo el sospechoso.

—Sí, fui famoso por semanas, hasta que me aburrí. —El orgullo en su voz, me hacían agonizar.

—El caso se enfrió, sin pruebas ni indicios de un posible asesino, o de capturarlo, no le vieron sentido a resolverlo. Eres brillante. —Dijo mirándolo con desdén, y queriendo aplaudir pero no lo hizo. Mi garganta estaba seca, dolía. Tragué con dificultad, ese nudo intolerable y molesto amenazaba con ahogarme.

—Gracias por admitirlo, no soy tan malo como crees, incluso hoy vine a visitarlas, no les traje flores pero mi atención siempre fue apreciada por ellas. Y me dolió saber que no tenían flores, y que sus tumbas estaban bañadas en polvo. Se están pudriendo bajo tierra, siendo olvidadas, solo yo las recuerdo, y las escuchó. —Fingió dolor, y su expresión podía hacerte creer que enserio les preocupaba, pero luego analizabas sus ojos y solo veías la malicia, y se delata la mentira.

—Son tus ángeles, Dimitri,  de nadie más. Y entre ellas yace tu debilidad, Rose, tu hermana…9 años, te vio apuñalar a una en el sótano de tu casa. —Dimitri se irguió, esa delicada tela de lágrimas sobre el gris. Nostalgia y dolor pude por primera vez leer en su mirada.

>>Era muy curiosa y habladora, una testigo que te mandaría directo a la silla eléctrica, por la magnitud de la situación. La veracidad de la confesión de una niña prometía urdirte, y tú la estrangulaste, amarrándola junto con la chica y enterrándolas, nunca se enteraron de su paradero, la tierra se las había tragado, literalmente. Y ese es tu demonio más oscuro, y la voz más molesta, ese grito al vació que hace que tus oídos sangren. Tu pequeña, Rose. —La historia me dió escalofríos, si ese fue el destino de su hermana menor ¿que nos depararía a los demás?

Siguió hablando con placer, un atisbo de sonrisa. Simuló tristeza, al recitar la otra parte de la historia.

>>Oh, los gritos de dolor de tu madre por su hija, el suicidio de tu padre a causa de no poder vivir sin su nena, y tú nunca les dijiste la verdad, perdiste a tu debilidad, y por eso tus limites están extintos, de hecho no existen. Pero ¡tú la mataste, Dimitri y sigues dándole la cara a tu madre que vive cegada por la mentira!

Y ese fue el detonante para que Dimitri le lanzara el primer puñetazo a Keith, quien con agilidad lo esquivo devolviéndoselo al mismo tiempo. Tomándolo del brazo, presionándolo contra su espalda causándole gran dolor, la agonía aferrada a su expresión. —Nunca ignores a tus muertos, Dimitri, porque son fantasmas perturbados, respeta su sangre y su historia.

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⏰ Last updated: Sep 11, 2019 ⏰

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K KAST©Where stories live. Discover now