CAPÍTULO V

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Este capítulo se lo dedico a @can_seulGi28, @Soychikii y a @emecarrizo. Se les quiere muchísimo y gracias por leerme.

¡Ahora sí, a leer! <3

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“Los monstruos más temibles son los que se esconden en nuestras almas, rompiéndonos”—Anónimo.

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ÉL

Un golpe, dos, sangre, mucha sangre y dolor.

Atacaba ese saco viejo de boxeo como si fuera mi enemigo a muerte, golpes dados unos tras otros, fuertes, firmes y sangrientos, las cintas que protegían mis nudillos se veían manchadas de mi sangre. Patadas, el saco se tambaleaba en la cadena que lo sujetaba desde el techo, venia hacia a mí y yo seguía desquitando mi rabia contra esa cosa, odiaba equivocarme, odiaba no tener el control.

El rock pesado controlaba el ritmo y velocidad de mis puñetazos. Los auriculares vibraban en mis oídos, sentía que me controlaban, enviaban descargar de adrenalina y excitación, aumentando así mi temperamento. La música tenía poder, bien podía calmarte o enfurecerte en mi caso.

—Estuve tan cerca—Sentía que las heridas de mis nudillos se abrían y sangraban un poco más. Apretaba mis dientes tolerando el dolor —¡TE ODIO! —Grité, avecinando un torbellino de golpes destinados a moler el cuero del saco.

El sudor hacía que mi cabello se pegara a mi frente, sentía calor, me sentía una bola llena de odio y cólera, ¡maldición! Quería matarlo con mis propias manos, y hubiera sido posible de no ser por ella, ¿porqué mierda ella tenía que ser mi freno, mi límite?

Lo que me faltaba que una chica tuviera semejante poder sobre mí. Algo debía hacerme inmune a ella, todos los encantos se pueden romper, nada dura para siempre, ni el amor, es la verdad más cruel y dolorosa que la vida me había dicho, y me aferraba a ésta constantemente.

Me sentía impotente, enjaulado, estaba llegando al punto donde me dejaba llevar por mis impulsos, era muy peligroso para mí y para cualquier persona cerca. Cómo es que él podía estar a fuera disfrazado de una inocente oveja cuando en realidad era un lobo con sed de matar, mientras que yo estoy aquí absteniéndome por miedo a descontrolarme y acabar con este jodido pueblo.

Golpes de ira, uno, dos. Mi corazón apenas podía con la intensidad y velocidad de la sangre que bombeaba por mis venas, mi respiración estaba casi ausente, ahora gruñía como si fuera un animal, necesitaba salir y acabar con todo este odio y desdicha o explotaría.

Pateé a mi rival de cuero, y este quedó casi desecho mientras se tambaleaba en busca de estabilidad, caminé por la habitación intentando calmarme un momento, de no hacerlo me daría un puto infarto. Busqué con la mirada la esquina de la habitación, mi colección de vinos y otras bebidas alcohólicas que nunca había probado estaban allí, me acerqué, tomando un pequeño vaso con hielo me serví un poco de vino, no más de la mitad del vaso, y me senté cerca de la ventana a esperar que la luna saliera de su escondite, dándole comienzo a mi temporada, aproxime el vaso a mis labios y tomé de un sorbo casi todo el contenido, estaba estresado y ansioso. Y pronto alcoholizado. La peor combinación. En sí, el alcohol no hacía buena combinación con nada.

Cosecha 1920, Ámsterdam. El mejor vino fue concebido ese jodido año, los locos años veinte, ojala hubiera nacido en esa época, todos podían hacer lo que se les viniera en gana y nadie te juzgaba tan severamente.

Me encargué de comprar toda la reserva de ese año y ciudad, era algo simbólico para mí, donde nacimos, él y yo. Dos monstros, uno que mostraba sus verdaderos colores, y no se molestaba en ocultarse detrás de una fachada de chico bueno, y el otro que se reusaba a aceptarse a sí mismo, y entender que no puedes encerrar por mucho tiempo a la bestia, porque se enojara, y cuando salga al exterior te dominará dolorosamente arrasando con todo lo que tenga a su paso. Y en estos momentos no sabía cuál de ellos era yo.

K KAST©Where stories live. Discover now