Seis

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Christopher ansiaba que llegaran los viernes. Joel se quedaba hasta tarde después del entrenamiento, y cuando el sol desaparecía detrás de las montañas se sentaban juntos en las gradas y hablaban. Ocasionalmente, cuando el aire se hacía demasiado frío, Joel deslizaba un brazo alrededor de sus hombros o le apretaba una mano entre sus rodillas y Christopher absorbía su calor. Algunas veces, cuando el cielo se ponía más oscuro, Christopher descansaba su cabeza sobre el hombro de Joel. Cada toque le provocaba un hormigueo y lo dejaba sin aliento y nervioso, aunque aparentemente Joel no sentía lo mismo, porque nunca pedía nada más.

Consecuentemente, los viernes la habilidad de Christopher para concentrarse era inexistente.

Notó que el cielo se nublaba al medio día, y para cuando terminó la escuela, una lluvia continua estaba cayendo. Le estuvo dando vueltas al asunto todo el camino hasta su casa, y aunque una mirada hacia el cielo le advirtió que el clima sólo iba a empeorar, se puso una chaqueta ligera y caminó hacia el campo de todas formas.

Las lluvias de octubre siempre se sentían como hielo líquido después del calor del verano. Christopher levantó el cuello de su chaqueta y corrió hasta que llegó al puente y entró al bosque. Se regañó a sí mismo por hacer un viaje que seguramente era una pérdida de tiempo, hasta que emergió a la cancha y vio a Joel, sentado en lo más alto de las gradas debajo del gran techo de madera.

Su mal humor se disipó inmediatamente.

-¡Hola!- Christopher corrió despacio, chapoteando a través de charcos por todo el camino.- No creí que fueras a estar aquí.

-¿Pero aún así viniste?- preguntó Joel, con su voz suave.

La mente de Christopher trató de idear una excusa, pero entonces Joel sonrió, con una sonrisa que apenas era una y que hacía juego con su voz, y Christopher se rió casi sin aliento.

-Sí.

Una ráfaga de viento le mojó toda la cara con lluvia. Hizo una mueca disgustada y tiritó cuando el agua se escurrió debajo de su playera.

-Ven acá arriba, tonto.- Joel movió su mano indicando que se acercara.- Esta cosa es tan grande como para proteger a un ejército.

Christopher se rió y subió las gradas hasta llegar debajo del techo. Se sentó al lado de Joel.

-Gracias.

-Cuando quieras.

Este viernes era diferente. Christopher lo pudo sentir enseguida. Por un lado, Joel había dicho apenas algunas palabras, cuando usualmente parloteaba sin parar. Y también tocó a Christopher inmediatamente, con su mano, cálida y mojada, en su nuca.

-¿Tienes frío?- preguntó con la misma voz tranquila.

Christopher negó con la cabeza.

-¿Estás seguro?

-Sí.

Un silencio cómodo cayó entre ellos. Joel deslizaba sus dedos a través del cabello de Christopher y acariciaba la piel en la base de su cuello. Suspirando, Christopher recargó su cabeza sobre su hombro, disfrutando – del cálido toque de sus dedos – las constantes sacudidas de emoción.

La lluvia arreció, cayendo del cielo en un torrente. Christopher entrecerró los ojos, pero no podía ver más allá de la densa cortina de agua. La lluvia se escurría del techo de madera en una cascada recta delante de ellos hasta que el sonido de la tormenta creció en un estruendo crepitante y sordo.

Solos en el mundo. Ellos dos. Era exactamente lo que Christopher había soñado. Todas las noches en su cama pensaba en lo que le diría a Joel – lo que le haría – si no hubiera nadie en el mundo que los escuchara.

El Amor y La Violencia [Jochris-virgato]Where stories live. Discover now