Cuatro

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Christopher bajó la mirada hacia su cuaderno cuando vio al director de la escuela aparecer en la puerta de su salón de clases.

-¿Profesor De Luisi?- preguntó, asomándose por el marco.- ¿Me permite a Chris por un momento?

Su profesor asintió y le sonrió al director.

-Por supuesto, señor Marini. Ve con él, Christopher.

Los silbidos y los gritos de sus compañeros solamente empeoraron la tensión que sentía Christopher. Al igual que la sonrisa demasiado amable del señor Marini.

-¿Cómo te está yendo?- preguntó mientras caminaban lentamente por el pasillo, pero antes de que Christopher pudiera contestar el señor Marini se detuvo en la puerta que llevaba al patio trasero.- Que hermoso día, ¿no crees? No hay que desperdiciarlo.

Christopher se mojó los labios.

-Vale.

-Así que,- continuó el señor Marini cuando se sentaron en una banca debajo de un árbol.- ¿Te gusta la vida en la Academia Bradbury?

-Sí, señor.

-¿Y ya hiciste nuevos amigos?

-Sí,- Christopher asintió para darle énfasis.

-¡Qué bien!- El señor Marini se recargó sobre el asiento y cruzó sus piernas. Sus ojos taladraron a Christopher.- Todavía no te has inscrito para el equipo de beisbol. Cuando conocí a tu padre me dijo que te encantaba.

-Me gusta mucho.

-Excelente. Bueno, no hay que perder más tiempo. Ya pasaron más de dos semanas. Te voy a meter al equipo. Me dijeron que ya eres amigo de varios jugadores.

El corazón de Christopher comenzó a palpitar con fuerza. Frotó sus palmas sudorosas sobre sus pantalones.

-Es que…

-Puedes empezar a practicar hoy… no es que lo necesites, si lo que me contaron de ti es cierto.- El señor Marini le guiñó un ojo.- Pero en esta academia nos importa mucho el trabajo en equipo. El trabajo en equipo y la calidad. Los chicos practican todos los días después de la escuela.

-¿Todos los días?- repitió Christopher.

-Y cuatro horas los sábados. Los juegos comienzan la próxima semana, así que no debemos de perder el tiempo. Ven al gimnasio después de la escuela y yo…

-Espere,- lo interrumpió Christopher.- Sólo… espere.- Sus dedos se engancharon en el borde de la banca.- No estoy seguro de querer jugar.

-¿No estás seguro?

Su tono de burla le dio la resolución que necesitaba.

-Estoy seguro. No quiero jugar. Ahora no. Tal vez… tal vez en la temporada de primavera.- Se puso de pie.- Y… apreciaría si deja que sea yo el que le diga a mi papá. Sé que se va a molestar, pero creo que a mí me escuchará. ¿Vale?

El señor Marini pareció quedarse sin palabras. Finalmente logró decir:

-Creo que esa es una actitud muy madura. Muy bien. Si eso es lo que quieres.

-Es lo que quiero.

El peso de la mirada del señor Marini lo siguió mientras cruzaba el patio trasero.

Christopher se pasaba todas las tardes después de la escuela en la EJMA. Joel había convencido al señor Francis de que lo dejara jugar cuando quisiera, excepto durante los entrenamientos. Le dijo a Christopher que los chicos estaban felices de que jugara con ellos, y después de escuchar opiniones similares de los otros niños, Christopher decidió creerle. Sus padres nunca le preguntaban dónde se metía, aunque sospechaba que ya lo sabían.

El Amor y La Violencia [Jochris-virgato]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon