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Everywhere I go.


(I)


No lo entendía.

No estaba claro.

Era incomprensible.

O más bien, era algo que dentro de mi subconsciente captaba a la perfección, pues era yo el que actuaba como un idiota para aparentar que no comprendía lo que veía y escuchaba en esa sala.


¿Cómo es posible que un joven de 22 años como yo necesite un trasplante cardio-pulmonar?


Mi mente se empeñaba en querer entender otras cosas, como ver el ligero parpadeo de las luces blancas del consultorio, los bolígrafos coloridos de los doctores, el pulido y limpio piso bajo mis pies.

Eso mientras un ahogante nudo se enredaba en mi garganta al ver como mi madre se rompía en pedazos y mi padre trataba de no quebrarse consolandola.

Pero todos estaban expectantes de mi reacción; ¿sería agresivo?, ¿frágil?, ¿ansioso?

Y la verdad ni yo sabía como actuar, miraba a los uniformados buscando alguna alternativa para sacar palabras de mi boca pero más bien ellos eran los que esperaban que algo saliera de mi por cuenta propia.

Minutos y nada.

Porque mi respuesta fue salir de la habitación sin decir algo.

Huí.

Esperando también que la afección se quedara con ellos.

Eso es lo que creí, porque en ese momento, pensaba que con solo decir: ¨vete¨ las cosas se van porque sí.

Y fue ahí en donde me di cuenta que la situación iba en serio.

Con los segundos transcurriendo, sentía que mi vida se desintegraba en pasos no tan agigantados, pero que surgían un efecto  bastante perjudicial.

El cansancio se volvía mi mayor hábito y el aire, el menor. Mi familia ya no era igual, todos se veían asustados al estar conviviendo con una bomba de tiempo humana.

Y entré en una fase que la llamé: odiarme a mí mismo.

Todo, todo lo que enteramente había logrado con mi sangre y sudor de la frente se evaporó como la neblina en un día soleado. La decepción entró en todo mi cuerpo haciéndome más vulnerable físicamente.

Si lloraba, un fuerte dolor en el pecho se quedaba en mucho tiempo, dejándome afligido y agotado. Por ello, mis padres intentaban tenerme lo más distraído y feliz posible.

Pero nunca fue así.

¿Cuánto más?, ¿Qué esperas sucia cosa para llevarme?

Estaba harto, solamente quería dormir y no despertar, pudrirme en un ataúd y deambular como el alma desgraciada que fuí.

Aunque amo a mis progenitores, mis hermanos y todos los demás, simplemente ya no. No me sentía capaz con tantas citas, medicamentos, charlas motivacionales que me dejaban más embarcado con la idea de morir, dejar la universidad, los deportes, las cosas que meramente me agradaban.

Todos los días llegaba a mi límite, juré en uno de ellos, sacrificar la benevolencia de mi madre por finalmente acabar con esta maldita existencia.

Guardaba los actos más crueles dentro de mi cabeza.



Pero siempre había un lindo despertar, mañanas frescas y arcoiris duraderos.

Toda una hermosura mientras adentro, las nubes grises y relámpagos no me dejaban apreciarlos.

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¨Everywhere I go¨ de Sleeping At Last.

No hace mucho, un familiar murió de cáncer que le fue detectable exactamente la zona en donde lo tenía luego de morir, pero a pesar de su horroroso padecimiento, nunca pero jamás dejó de sonreír y de luchar.

Así que si padeces algo y sientes que ya no puedes más, solo respira, sonríe y vive como nunca antes lo hayas hecho.

¡No todo está perdido aún! :)


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