Capítulo 2: El testamento

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Quité sus manos de mi cuello y la miré directo a los ojos.

—Lo siento, pero debes irte —ordené.

Ella jadeó y dio un paso atrás, mirándome de manera dolida. No dejé que me afectara su mirada.

—¿Qué estás...? —La interrumpí.

—Mira, te seré sincero. Ahora mismo no quiero una relación ni nada por el estilo. Solo quiero acostarme con cuantas mujeres se me crucen en el camino. Tú eres una de ellas, así que te pido amablemente que te vayas, porque ya no te necesito más —expliqué mientras veía cómo su rostro se volvía rojo de la furia. Supongo que fui cruel, pero solamente dije la verdad y a muchos la verdad no les agrada.

—¡Eres un malnacido hijo de...! —explotó y me golpeó en el pecho con las manos en puños. En realidad no me dolía porque era delgada y débil como una pluma, pero aun así la agarré de las muñecas y las apreté, haciendo que ella parase de insultarme.

—Cariño, creo que es mejor que te vayas ahora mismo —susurré con voz determinante. Ella tembló, pero alzó la barbilla con impotencia.

—Algún día alguien te va a rechazar tal como has hecho ahora y eso no te va a gustar, te lo aseguro —escupió al zafarse de mis brazos con brusquedad. Se encaminó a mi cuarto, de seguro a ponerse la ropa que dejó allí. Crucé los brazos y me apoyé en la pared cercana mientras la esperaba.

Era un completo idiota, pero la sinceridad era algo que siempre me había identificado. No podía decirle que la volvería a llamar y que tendríamos una cita porque era mentira; era mejor ser sincero que romperle el corazón después. Aunque estoy seguro que ahora su corazón está furioso.

Después de unos minutos, ella salió ya vestida y al verme se acercó y me agarró del cuello, agachándome a su altura para darme un beso fogoso que en definitiva no me esperaba. No le correspondí de la manera en que ella quería porque me tomó por sorpresa, pero no fue necesario, ya que al separarse de mí golpeó con fuerza mi mejilla, provocando que mi rostro se volteara.

Joder, ¿con qué maniática me metí?

—Lástima que seas un idiota, eres genial en la cama —espetó entre rabiosa y lujuriosa para después darse la vuelta meneando las caderas. Lancé un silbido al tiempo en el que la puerta se cerraba detrás de ella y me reí negando con la cabeza.

Eso fue inesperado, pero candente. Ojalá aquella chica no tome represalias contra mí.

Ya estando libre de cualquier interrupción indeseada, desayuné y tomé las llaves del apartamento y el auto. Hoy mamá y yo teníamos que ir a hablar con nuestro abogado acerca de todo el asunto de la herencia. Yo estaba completamente seguro de que papá le dejó todo en manos a mamá, pero era necesario que yo estuviera presente por ser su hijo.

Lancé un suspiro mientras esperaba que el auto encendiera. Incluso estando muerto, papá me metía en sus cosas y yo no podía hacer nada para evitarlo.

Mamá y yo estábamos esperando a que el abogado hablara, pero al parecer estaba tan ensimismado en lo que decían los papeles que llevaba en manos porque en ningún momento nos miró. Ni siquiera cuando llegamos nos dirigió la mirada; simplemente nos dijo que tomáramos asiento y que esperáramos. Esa espera en realidad me estaba impacientando al punto de que movía los dedos de mi mano derecha de manera frenética en mi rodilla. Era un hábito que tenía desde niño; siempre que estaba preocupado o nervioso por algo movía los dedos así.

Sentí una mano apretando mi rodilla y volteé hacia mi mamá, quien me miraba con reprimenda, haciéndome saber que mi impaciencia se destacaba. Asentí y dejé de mover mi mano. Unos segundos después, el abogado por fin separó la vista de esas hojas y nos miró.

¿Matrimonio falso? |¿MF? #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora