Epílogo

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Kim


Es cierto cuando dicen que después de una tormenta viene la calma. Que después de la lluvia, en el horizonte se asomará un precioso arcoíris. Que no todo será malo, que siempre habrá algo bueno después de tantas tempestades, que el sol estará esperándonos al otro lado para iluminar nuestra vida, tan efímera y tan rápida como una estrella fugaz.

¿Qué me esperaba después de la tormenta?

Los problemas habían inundado mi vida poco a poco. Me estaban oprimiendo y ahogando, parecía estar sin salida.

Ahora las cosas habían mejorado.

Mi padre tenía bradicardia. Esta enfermedad consiste en tener la frecuencia cardíaca más baja de lo normal y esa era la razón por la que, cuando apoyaba mi cabeza en su pecho, su corazón latía lentamente. Me puse a investigar mucho sobre esto porque cada vez que veía a mi padre lo notaba desanimado y triste. Matt también lo percibió, así que ambos pusimos manos a la obra. Ahora —no sin antes llevar a mi padre con un doctor y estar bien informados sobre el tema— mi padre tenía debajo de la piel, cerca del corazón, un marcapasos que le ayudaba a controlar sus latidos. El marcapaso es un dispositivo de metal operado con baterías en su pecho que es sensitivo a impulsos eléctricos interna y externamente. Era posible que este pequeño aparato en forma de moneda lo ayudara en este sentido, pero mi padre ya no podía tomar muchos riesgos en su vida. Él bromeaba con que era Jack, el niño con un reloj mecánico en vez de un corazón, del libro La Mecánica del Corazón.

Por el momento no ha habido ningún otro inconveniente con él. Lo cuidaba y trataba lo mejor que pudiera porque comprendía que era muy posible que el marcapaso no le sirviera para siempre. Me preocupaba por él. Demasiado.

Por eso hoy tendría una cita misteriosa con Jay. No pensaba ir porque quería seguir cuidando a mi padre, pero él y Matt insistieron en que debía distraerme un poco. Hace una semana que no veía a Jay porque había estado un tanto ocupada, pero debía admitir que lo había extrañado y mucho.

No sabía adónde iríamos. Solo me recomendó que me pusiera uno de los vestidos floreados que él hace un año me compró cuando se suponía que nos íbamos a "casar". Fue un cambio total en mi vestimenta, pero positivo. No dejé de ser yo misma solo por haber cambiado mi forma de vestir.


Jay me esperaba apoyado en su auto. Sonrió al verme y yo le devolví la sonrisa mientras él me escrutaba sin escrúpulos. Nuestra relación ya había pasado todas las etapas y ahora teníamos cierta confianza íntima que antes no había entre nosotros. Después de un año de peleas, de gritos, de tristezas pero también de reconciliaciones y muchísimas alegrías, se podría decir con seguridad que nuestro amor había traspasado todas las fronteras y era firme como una roca.

—Hola, linda —me saludó y se inclinó para darme un pequeño pero dulce beso en los labios. Yo suspiré con una sonrisita.

—¿Adónde iremos? —pregunté en el momento en que entramos al auto. Me abroché el cinturón de seguridad y Jay hizo lo mismo. Su pelo estaba más largo ahora y no me molestaba en absoluto; al contrario, me fascinaba su nuevo look.

—Es una sorpresa. —Sonrió de lado de una forma realmente sexy y encendió el auto. Después abrió la guantera y de ahí sacó un pañuelo de cuadros. Fruncí el ceño cuando me lo puso en los ojos y lo ató detrás de mi cabeza.

—¿Qué? Jay, ¿qué pasa? —Hice el ademán de quitármelo, pero él me retiró las manos suavemente.

—No te preocupes. Es una sorpresa y cuando lleguemos te podrás quitar el pañuelo. —El auto empezó a moverse y supe que ya estábamos en camino al lugar misterioso.

¿Matrimonio falso? |¿MF? #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora