Orquídea

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  Cuando Izuku era apenas un infante, aprendió sobre el amor a manos de su madre.
  Quién lo llenaba de besos, abrazos y sonrisas que alegraban su pequeño corazón.
Amor, que le permitió seguir a pesar de que su amigo Kaachan lo haya abandonado, o por los malos tratos de su padre a las espaldas de la peliverde.
Izuku había conocido el amor de madre, en aquella mujer fuerte, sonriendo y llena de luz.

  Lamentablemente un día, más precisamente en su cumpleaños, unos hombres entraron a su casa. No robaron nada, como se había mencionado en las noticias, solo se habían llegado para herirlos y lo consiguieron.
Apenas tenía 5 años, cuando vio por primera vez una violación. Cómo un hombre se despojaba de la ropa de su madre y está luchaba, manteniendo una sonrisa para que él no se asustara.

Ese dia pensó que los hombre, incluyendo lo, no podían amar de la misma manera que una madre.

Pero de nuevo aprendió sobre el amor, cuando entremedio de todos los niños encerrados, una joven le sonreía y le hablaba de máquinas que había visto. También existía el amor hacia algo, hacia una actividad que podías realizar. Ella también le enseño, sin que Mei supiera, el deseo de salvar a alguien a pesar de auto-dañarse.

Por eso no le dolió la primera vez, aquella en las que unas manos desconocidas recorrían su piel. El cómo acariciaba su cabello, le abrían las piernas, como tocaban su inexplorado cuerpo con hambre y demasía.
Recordaba claramente cada una de las violaciones, de ese hombre que lo desvirgó, de aquella mujer que lo hizo "hombre" de ese grupo mixto que lo invitaron a un "juego" y más, recordaba todo con tanto detalle que hasta temía de aquello.
Temía, porque aquellos recuerdos no lo dejarían nunca.

Y era así, aunque fuese una persona de piel, solía estremecerse con el tacto ajeno. Debía formar una relación fuerte con alguien para permitir un roce sin que su mente trajera de visita aquellas pesadillas reales y aquello le trajo algunos problemas.
A las chicas les gustaba jugar con su cabello, unos chicos intentaban tocarlo solo para molestarlo he incluso un maestro acaricia su hombro de una manera repugnante, jugando con el cuello de su camiseta y bajándolo de vez en cuando.

Este último poco tiempo después fue hallado desangrándose en su bañera, con las manos cortadas y una mirada llena de terror, demostrando un claro ataque, pero su agresor jamás fue encontrado.

Aquello le calmo, pero a la vez lo hundió nuevamente en la mezcla perfecta del amor pasado y terror del recuerdo. El amor de madre, el amor al realizar algo, el amor a sus amigos...era diferente.
No era repugnante, no era ahogador y tampoco mentiroso, no como el pasional, no como el amor de pareja.

Por eso cuando descubrió que su amor a Takeshi era de pareja se asustó. El amor entre dos personas se acababa, no era como los amores que resguardan con ahínco en su alma, no era eterno, era débil y fácilmente se rompía: quebrando a las dos personas, o en los peores casos solo a una.
Pero Takeshi le enseño que estaba equivocado, que el amor que se tenían era algo más que gusto, que pasión. Era un sentimiento indescifrable e intangible y por ello era incapaz de romperse, ni por el paso del tiempo.

Quizá por eso cuando los brazos de su amado "hermano" lo abrazan no se sentía asqueado, quizás por eso cuando sentía sus manos trazar caminos en su piel desnuda con sus caricias y cosquillas inocentes, se sentía correcto, quizás por eso cada beso y sonrisa que se les escapa era natural, era parte de ambos, así de simple.

A pesar de todo ello, no quería endulzar la relación de ambos. Después de todo, no estaban totalmente sanos; mientras el mayor calmaba su furia y dolores del pasado con ataques a enemigos y travesuras infantiles, el menor lo hacía entre ataques de ansiedad y disparos a objetivos.

Ambos estaban rotos, de diferentes maneras y quizás uno más que otro, pero al menos al tenerse podían compartir sus piezas e intentar armarse nuevamente.

Sol NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora